Tom Petty tuvo en su poder la magia de regalar un buen puñado de canciones para vivir.
A sus 66 años un ataque al corazón se lo lleva antes del final de una gira con la que celebraba sus 40 años sobre los escenarios, con su banda The Heartbreakers, toda una paradoja.
Con sus canciones mostraba, gracias a la música popular, el momento presente y la grandeza de estar aquí.
Este genio y este artista vivió una infancia de malos tratos por parte de su padre. Petty buscaba ese refugio seguro en las canciones de Bob Dylan y Elvis Presley y encontró su lugar en la música, decidiendo devolverle a este arte lo que un día le había dado a él.
Su rock de calidez sureña y su voz de soul blanca le hicieron pasar a la historia, al hacer entender que era un hombre apasionado de la música, un maestro para todos lo que quieran aprender que, como decía él, no se puede entender la vida sin la música ni sin hablar con ese lenguaje que se dirige directamente al alma, las canciones.
Petty supo calar en el ciudadano medio americano, dando una válvula de escape musical a todos aquellos que habían sido engañados por el sueño americano. Supo comprender de manera magistral la psicología de las mujeres y contó con un público que siempre le demostró su admiración, ya que en muchas ocasiones sus canciones estaban cantadas desde el punto de vista femenino, como por ejemplo en American Girl, Mary Jane's Last Dance, Learning to Fly o Refugee.
Fue profeta en su tierra y quizá no tanto en otras, pero logró ser un músico admirado por otros maestros, con alguno de los cuales formó una banda majestuosa: los Travelling Willburys. Petty, Dylan, George Harrison, Jeff Lyne y Roy Orbison crearon un mecanismo perfecto que pasará a la historia por su diversión a la hora de encarar la creatividad y, desde luego, por su calidad sonora.