En el principio era el verbo. Así ha quedado traducido en el lenguaje cotidiano el primer versículo del Evangelio de San Juan donde el término 'verbo' lo encontramos también como 'palabra' y traduce el término griego 'logos' que vulgarmente nombra entendimiento o razón. Término clave en la historia de la filosofía occidental y que deberíamos tener presente un día como hoy donde parece que lo único importante son los sujetos. Los partidarios del referéndum del 1-O y sus motivaciones independentistas están más preocupados por los sujetos que por los verbos, les preocupa más el 'sujeto político' y sus pretensiones de soberanía con el 'derecho a decidir' que el 'verbo cívico' y su memoria de entendimiento o 'logos'.
Aunque algunos consideren que se trata de un juego gramatical, se equivocan. Ya me gustaría que un día como hoy no tuviera que hacer estas reflexiones y que se tratara de un juego lingüístico inofensivo. Nos jugamos mucho todos los ciudadanos con nuestras complejas identidades y no es un día para bromas literarias. Es un día importante para reconstruir las luces y las sombras la Constitución del 1978, refrendada, escrita y recordada, pero poco vivida, gozada y encarnada por casi tres generaciones de ciudadanos. También lo es para proyectarnos en los próximos años, y no sólo como 'sujeto político' sino como 'verbo cívico' renovado. Si seguimos preocupados por nosotros mismos como sujetos y nos olvidamos de los verbos que nos dan sentido, volveremos a caer en los mismos errores.
Es muy fácil recurrir al verbo 'dialogar' y de hecho llevamos mucho tiempo reclamándolo en todos los órdenes, incluso en el orden político. No es negociar, ni regatear, ni 'duo-logar', porque dos que hablan no necesariamente dialogan. Cuando desaparece el diálogo de todos los órdenes, incluso del político, las sociedades se polarizan, los discursos se simplifican, los argumentos se radicalizan, las familias se enfrentan, la cultura se polariza, las cabezas embisten y el aire se hace irrespirable. Para evitar estos procesos e imaginar el día después, se nos imponen dos tareas cívicas importantes: cordura y concordia.
Y aquí es donde viene el problema porque el verbo 'concordar' describe el proceso por el que dos voluntades o dos corazones caminan juntos, quizá en la misma dirección. Ortega y Gasset utilizó el verbo 'conllevar' que es más realista, y aunque no exija caminar juntos en la misma dirección, al menos implica tener capacidad de sufrir juntos y aguantarse mutuamente. Lo grave es que ya no tenemos ningún verbo para describir el entrenamiento y la práctica de lo que en catalán llamamos 'seny' y en castellano concordia, cordialidad o cordura. El diccionario nos recuerda que hubo uno: 'hacer cordura'. ¿Y saben qué más nos dice el diccionario?: 'loc. verb. des.', es decir, 'locución verbal en desuso'.