El poeta chileno Luis Cruz-Villalobos (Santiago de Chile, 1976), acaba de publicar su nuevo poemario, titulado Richter, bajo el sello de Hebel Ediciones. Sobre el mismo, en su conjunto, escribe Nicolás Panotto, poeta y teólogo argentino: "Este poemario es de gran voltaje existencial. A través de la poesía, uno siempre abre la carne y el sentido, aunque ella también es un arte que permite crear una obra de teatro con diversos actores ―familiares y desconocidos― para jugar entre la ilusión y la realidad. Uno puede elegir niveles, aunque siempre estará expuesto. En este hermoso trabajo, Luis se exhibe con ese grado de franqueza y transparencia donde uno mismo se siente expuesto, aunque con una honestidad y sensibilidad literaria envidiables para describirlo".
Yo he querido espigar cuatro textos que nos remiten al amor. Aquí se los presento. (A. P. A.)
Ella hablaba en un idioma extraño
Y yo ni siquiera podía entenderme
Ella contaba cuentos remotos
Y yo recitaba poemas malsanos
Éramos dos extraños que se perdían
Juntos en el mismo laberinto
Los años pasaban y ya sabíamos
Que no había más que una salida
Y de pronto corríamos veloces
Y de pronto nos tendíamos al sol
Pero nada era suficiente allí
En medio de tantos caminos vacíos
Sólo esperábamos el amanecer
Mirando los muros grises y pardos
Hasta que un día se abrió una puerta
Y el sol nos vino a buscar muy callado.
Lleva la cuenta
De mis muertes
Lleva la cuenta
De mis besos
Lleva la cuenta
De mis tiempos
Lleva la cuenta
De mis cantos
Lleva la cuenta
De mis dolores
Lleva la cuenta
De mis dichas
Lleva la cuenta
De mis manos
Lleva la cuenta
De mis roces.
Como un árbol hemos sido y seremos
Como un árbol que sabe hablar y llorar
De una semilla hemos venido y escampado
Y allí estábamos cuando nadie nos vio
Precioso tiempo de la invisibilidad
Del misterio que emergía en silencio
Brotábamos como un atardecer
Lento y colorido e improbable
Abríamos las verdes alas del esqueleto
Para volar al cielo azul que besaba
Y no nos tardamos en ser rectos
Altos como una duda o una fe
No tardamos en expandir las plumas
Y respirar hondo desde el verdor
Hasta que por fin pudimos dar fruto
Y en su corazón nuevas promesas en flor.
Podríamos escribir sobre el cielo
Pidiendo perdón por tanto y tan poco
Podríamos esculpir allí nuestro amor
Y sería tan frágil como escultura de luz
Podríamos llorar y esperar que muy alto
Fuesen guardadas nuestras gotas
Podríamos cantar y quedar en silencio
Y esperar que todo quedara en un cofre
Podríamos escribir nuestros temores
Y también nuestros aciertos más dulces
Podríamos espigar las memorias
Esperando que nadie las pierda
Podríamos deletrear nuestros nombres
Pero sólo los más verdaderos
Podríamos escribir en los cielos
Siguiendo el compás del eterno viento.