Otra vez. Otra vez comienza el curso universitario y la ciudad recupera su carácter cosmopolita, su vitalidad necesaria, y las calles se llenan del risas y carpetas, y los granos de arena continúan lloviendo en el reloj de la Plaza Mayor, presente en todas las citas, y surgen encuentros y reencuentros, y se construyen planes imposibles, y se cumplen sueños y una pequeña parte del mundo recupera su feliz equilibrio de desórdenes.
La aridez del verano da paso al comienzo de un nuevo juego de energía y entusiasmo. Salamanca rejuvenece. Cambiamos el olor a paella en la Rúa Mayor a las seis de la tarde por los bailes en pijama en la Plaza Mayor. El ciclo continúa en la ciudad de tránsitos. La vida sigue. Otra vez.
El estudiante de Salamanca ha regresado y la rana, coqueta, amplía su horario de posados mientras escucha, complacida, calumnias legendarias. La ciudad se llena de nuevas miradas que rompen todos los visillos, de voluntades enhechizadas, de historias desconocidas que confluyen, al fin, bajo el sol de este septiembre amable.
Aquí les esperamos todos: los anuncios de habitaciones vacías, las estanterías recientemente reestructuradas de los supermercados, las promociones de fiestas universitarias, la encrucijada de diversidades, las búsquedas de sentido.
Y no lo saben, aún no saben lo esenciales que son para esta ciudad, aún no saben lo esencial que será esta ciudad para ellos. Desconocen que, como el pez payaso y la anémona, forman parte de un sistema simbiótico casi perfecto.
Bienvenido sea, pues, este nuevo ambiente, el de siempre, siempre nuevo, siempre distinto. Bienvenidos sean los estudiantes universitarios, bienvenidas sean sus ilusiones. Ojalá disfruten de todo lo que Salmantica sí praestat.