OPINIóN
Actualizado 20/09/2017
José Amador Martín

Es un sueño? Un instante de luz? una imagen que vive en la memoria , como un apunte casual de pertenencia? Ciudad y poema, con apariencia humana. Casualidad y encuentro, en cierto modo son conceptos que están ahí : se diferencian o se confunden, se pronuncian o se olvidan, se toman o se dejan, como todas las cosas. La ciudad contiene muchos pensamientos, muchas ideas, la ciudad también contiene poemas , y los poemas por su parte pueden, construir o destruir una ciudad. Lo concreto es que ciudades y poemas no se necesitan mutuamente para existir. Puede haber ciudades sin poesía, absolutamente prosaicas... Y puede haber poemas despojados de lo urbano, aunque toda poesía bucólica es el lamento de un escapado de la ciudad : « Abandonamos nuestra patria », exclama Melibeo al comienzo del poema virgiliano. La huida no es fácil, como bien sentencia Kavafis : « La ciudad te seguirá donde quiera que vayas ». Porque la ciudad es también la memoria de los encuentros.

En las imágenes, hay memoria. Esto puede leerse casi como una definición, puesto que en la poesía siempre hay imágenes y la memoria late, o yace, en la vida de la ciudad. De aquí, probablemente, la predilección de los poetas por cierto paisaje de transición entre lo urbano y lo rural, donde lo presente escribe la historia.

La ciudad es, pues, un collage de imágenes para el fotógrafo y un montaje de discursos tomados de la realidad, para el poeta por eso se produce un encuentro entre mirada y escritura. El lector lee un texto a través de su dificultad y el poema, como discurso, no incluye este texto como un elemento extraño sino como reflexión. En su sentido óptico, también, de la mirada, el fotógrafo busca el alma de la ciudad. Aquello que la ciudad nos escribe es la propia identidad de la ciudad.


La mirada que traza el paisaje de Salamanca trabaja desde el lenguaje, la fuerza de la palabra o desde la imagen (la fuerza de la escenografía citadanea). Ese capitel concreto, que alguna vez fue perfecto hoy, con su apariencia erosionada, por el tiempo, deja aflorar desde la memoria la melancolía de esta ciudad, aspectos y reflexiones que nos acercan a la forma « real » de la ciudad.

Tú me conduces, ciudad, entre tus luces

hasta el velado trazo de mi sueño

yo soy tu sombra

mi bella ciudad, cuando despiertas

cuando arrancas en los fragmentos de luces

la mirada y la luz

sobre las calles vacías del volver a empezar de cada día,

sobre la isla solitaria en la que el amanecer es cúpula y encanto.

Casualidad o encuentro, instantes que la magia de la ciudad nos proporciona desde el sueño más amplio de la vida.

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