Prou. Me cansé del problema catalán, burda tomadura de pelo a la historia, a la ley ?sea o no injusta- y a una colectividad que sabe que, sea cual sea el resultado, ellos resultarán las víctimas del celo constitucional y se les concederán todo tipo de facilidades para que continúen con su deseo independentista y su virtuoso desprecio por el resto del estado español. A este paso vamos a votar los demás para que se larguen de una vez y con Colau de presidenta. Mientras, el mundo sigue girando y de qué modo, minorías étnicas perseguidas en Birmania, tifones que siguen destrozando, absurdos norcoreanos, presidentes dispuestos a deportar a toda una colectividad y bolsas en el metro que estallan al paso de nuestro miedo. Y todo mientras una muchachita se mete en un coche y aparece muerta? muerta y lo que es peor, culpable en las redes de haber salido sola, sola y a horas intempestivas? El México de mis amores muestra su peor cara y me pregunto cuántas veces tendré que decirle a mi hija que es un mal negocio ser mujer porque nunca será libre de salir sin miedo a una calle que es la suya. Somos mujeres, estamos dolorosamente expuestas y si nos sucede algo, la culpa es nuestra porque salimos, porque entramos, porque llevamos la falda corta, porque ejercemos la libertad de ser como queremos ser.
Y no solo eso. Flaco favor nos hacemos a nosotras mismas soportando aquello que no puedo comprender: publicidad machista, carreras deportivas en las que somos no protagonistas, sino carne de podio, programas donde una mujer ataca a otra de una forma despiadada, exclusivas donde se desmenuza nuestra intimidad? agresiones que no vemos como tal, agresiones que, cuando suceden, tienen una culpable exhibida a la vista de todos: la mujer que no hace otra cosa que serlo y pretender vivir con libertad.
Una libertad que implica ponerse el pañuelo musulmán o quitárselo según la creencia de cada una, una libertad que implica enseñar a nuestras alumnas a no dejarse controlar a través del móvil por un noviete que no entiende que puedas tener amistades masculinas. Libertad para salir a la calle solas, libertad para elegir una carrera u otra, libertad para ser contratada sin miedo a que nos pregunten por nuestra vida reproductiva, libertad, en suma, para ser seres humanos en una sociedad supuestamente evolucionada, próspera y donde, aunque el miedo se ha instalado entre nosotros, debemos caminar con la cabeza alta y sin dejar que nuestra vida cotidiana se vea alterada por un insulto en la calle, una bolsa de plástico abandonada, una sombra que se acerca. El miedo no es libre, es ya como una obligación que nos vestimos al salir a la calle y la mujer más. Por eso me pregunto cuánto tiempo más tendré que pedirle a mi hija que tenga cuidado, que sortee a los desconocidos, que no haga caso de los comentarios no pedidos y sobre todo, que no tenga un novio con vocación de controlador no aéreo, sino de móviles. Qué mal negocio el nuestro de ser mujeres, hija mía.
Charo Alonso
Fotografía: Fernando Sánchez Gómez