OPINIóN
Actualizado 08/09/2017
Redacción

Es un arma de doble filo. Defender intereses laborales y corporativos sin perjudicar demasiado los derechos e intereses de los ciudadanos. Pero todos (y todas) sabemos que una huelga no es eficaz si no se acaba notando en la sociedad y en el normal discurrir de la vida. Jorobar algo, aunque sea poco. Y mantenerse firme cuando aprieten las negociaciones. También hay que decir que no todos los sectores inciden tan determinantemente en la sociedad. Por eso para hacerse notar, jorobar y jorobar. Eso decía la representante de Eulen grabada indiscretamente: que se noten las colas, que se noten. Y las colas, claro, son de inocentes ciudadanos atrapados en ellas. Sin importar edad, condición, si es viaje de placer o de trabajo, de dolor o diversión.

Creo debe hacer falta una modificación de la ley de huelga. Hay sectores y sectores. No debe ser lo mismo una huelga de médicos, de trenes, de supermercados, de basureros, que una de fresadores, de toreros, de actores y de terrazas de bar. No es lo mismo. Hay servicios de primera necesidad, de segunda, de tercera. Y eso lo saben los trabajadores de cada sector.

Y lo del esquirolaje (y no precisamente el achacado ahora a la guardia civil) es algo también a revisar. Desde dentro de la huelga y desde afuera. Cuando la huelga es un derecho, el ir a trabajar y discrepar, también. Y eso de impedirte a la fuerza la entrada a tu trabajo cuando discrepas y encontrarte silicona en la cerradura son prácticas delictivas que apenas se sancionan. Y, mientras, la guardia civil o los militares, vienen a remediar finalmente un caos que suele venir indefectiblemente detrás de un claro abuso. A ver si logramos encontrar el dichoso equilibrio entre uno y otro derecho. Para no perjudicar tanto al ciudadano.

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