Allí, a lo lejos,
donde tiemblan los maizales
y el pueblo está dormido,
donde invernan
los erizos románticos, tu fe
sigue sentada contemplando el humo.
Igual que un monte
herido por la noche,
aún te sostienes firme en el camino;
te acarician murmullos,
risas, sueños,
que, ayer, tuviste
y ahora, al fin, reencuentras.
Todo aquel tiempo
está en tu corazón,
iluminado por un sol de fresa.
Delante de tus ojos,
van pasando
los días lejanos hacia un bello crepúsculo.
Foto: Juan Pedro Martín