Son los días en que las hojas empiezan a revolotear por los suelos, en un giro infinito. Días de hojas amarillas y de sombras encendidas que nos hablan de la vida y la muerte. Para ser más exacto son días en que los recuerdos son una visión y una imagen encerrados en una impresión general con la certeza de estar vivos.
Mientras septiembre se adentra en el otoño, prescindo de su primera capa de cielos azules, de lunas inmensas y noches largas, mientras llegan las lluvias y los cielos de nubes caprichosas.
La memoria conoce los claroscuros de la vida, los cielos en los que los días son una fábula y sus espejos metáfora de los sueños, en los que somos cautivos de las raíces del tiempo, atrapados a las paredes de los húmedos relojes y lejos, muy lejos del asombro y la inocencia.
Septiembre es la resonancia de la voz del viento? y la vida es frágil como las hojas muertas que de pronto se ponen amarillas.
Cambia el color del parque, el sol se tiñe de olvido, el calor cede su territorio de pasión, el viento sopla, y va y viene por la ciudad y esparce los sueños, mientras las hojas se mueven de un lugar a otro arremolinando sueños, esperando los cielos teñidos de gris... y luego deshechos en lluvia
en las miradas de las cancelas vacías.
La memoria crece y septiembre es una fábula, metáfora de vida en los claroscuros del día y la ciudad, son horas de pedirle sueños al silencio, de aspirar el aroma de cielos encendidos, de escuchar el silencio del mundo.
La memoria pervive en la ciudad,
en esos pasos que siempre la recorren,
en la ruina en que se alza,
en la luz que la transforma en armonía
Recorrerla en sentirla
en las esquinas de los vientos
en los parques que sin apenas saberlos
los amamos en el sueño de los árboles.
En los muros pintados y en los rostros
somos partícipes de un devenir de sombras,
también en los cielos de cada atardecer que aquí pervive
con los signos de la supervivencia.
Somos testigos de abrazos y crepúsculos
de lluvias y de soles. Del tiempo que pasa
como si no pasara nunca
en la memoria y olvidos de todo lo que fuimos.
Hoy, tu, regresas, como cada tarde,
en el vuelo de las aves, en la rosada cortina de los sueños,
en el hermoso cuento de las luces
a las colinas y valles que encierran la ciudad.
Hoy queda el duelo de palabras y días
de calles y plazas, de jardines y piedras
donde grabar los nombres de las sentidas memoria
en las páginas del tiempo, donde la ciudad reposa.