OPINIóN
Actualizado 01/09/2017
Natividad Cabezas García

Hace más de cuarenta años una joven enfermera armuñesa de San Cristóbal de la Cuesta, Loli Romo Salas, hizo su maleta cargada de ilusión y valores de solidaridad, amabilidad y alegría. Se unió a una congregación seglar y cruzó el Atlántico hasta las lejanas tierras de la Sierra Nevada en Santa Marta, Colombia. Allí ha dedicado su vida y sus conocimientos a los indígenas Aruhacos. Ha pasado momentos muy difíciles por las condiciones de su trabajo, pero su riqueza personal adquirida con el contacto de la gente, ha sido más fuerte.

Entre caminos de montañas a lomos de una mula, recorría senderos que conducían hasta personas necesitadas de sus servicios, pero también de su extraordinaria personalidad. Contagia y convence con sus palabras hasta tal punto, que renunció al trabajo con la misión y se quedó con la comunidad indígena.

En los años más duros, conoció a Rafael Tobías Mindiola, un maestro de vocación y dedicado en cuerpo y alma a conservar las tradiciones y costumbres de su pueblo, del que se siente muy orgulloso y al que lleva en el corazón por donde quiera que camina.

Cuando tienes el placer de conocer a Loli y a Tobías te dan ganas de hacer la maleta y llegar a ese maravilloso lugar donde tienen la suerte de vivir. Donde la naturaleza les proporciona todo lo necesario para su sustento, sin objetos innecesarios, donde la comida se cocina con leña y al calor del hogar.

Esta singular pareja viven con el convencimiento de que entregarse al servicio de los demás es un gran don del que ellos están suficientemente nutridos y del que han alimentado a sus cuatro hijos y tres nietos. Hablan con orgullo de la hermosa familia que han formado y sobre todo de los grandes valores que han heredado de ellos y que en estos momentos están volcando en su querida comunidad indígena.

Para Loli lo más difícil ha sido no poder visitar a sus seres queridos y amigos españoles, con la frecuencia que le hubiera gustado. A todos ellos los dejó, pero siempre ha llevado en el corazón su esencia y la ha sabido impregnar entre su nueva familia colombiana a la que adora.

El mundo está muy necesitado de personas como Loli y Tobías con carácter humano y leales a sus principios y creencias. Luchadores y conquistadores de una vida sencilla, pero cargada de un amor que contagia a todos los que hemos tenido la suerte de conocerlos.

Desde estas líneas les deseamos un feliz regreso a Colombia y que se lleven de Salamanca el aroma de la buena gente charra.

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