OPINIóN
Actualizado 16/08/2017
Redacción

El finis terrae del sur sigue siendo Cádiz. Una vez que uno atraviesa el istmo, allá que parece acabarse el mundo terrenal y conocido. Detrás de eso el mar. Y la mayoría, que de ese tope ni osamos pasar. Mar a uno y otro lado. Y una bella y peculiar ciudad que dicen las coplas se puede asemejar a La Habana, sólo que ésta de aquí con más salero.

Ese duende peculiar y tan del sur sigue estando por ahí. Que conste. Entre sus calles que gires donde gires siempre terminan en el mar. En los miradores, en las placitas. En las tiendas pequeñitas y en los bares. Y hasta en las playas urbanas.

Esta es la vez de cuantas fui que más gentes sin techo pude ver. En casi todos los parques alrededor del puerto y cerca de la estación había habitáculos hechos de mantas y cartones. Algunos medio disimulados entre los jardines y otros bien explícitos. Y creo que los lugareños y turistas observan y comprenden muy bien esa parte de realidad. Puede que en otras ciudades esto se esconda más que aquí. También (como en casi todo el sur) ese igualmente sea el paraíso del temporero. Las playas (impecables todas) y el verano dan mucho de sí para cobijar toda esa infra realidad laboral. Montones de cuadrillas de limpiadores, mantenedores, entretenedores callejeros, mercaderes de calle, informadores eventuales. Gentes que trabajan los meses de verano y luego si te he visto no me acuerdo. Hasta el año que viene. Es loable que el ayuntamiento de tu ciudad te proporcione un trabajo y cierta seguridad por unos meses, pero eso termina maquillando y no arreglando del todo. Y así sigue manteniéndose el asunto.

He visto en muy pocos días de estancia cuadrillas que barren, limpian. Montan y desmontan escenarios casi a cada esquina. Pintan desperfectos urbanos. Entretienen a niños y jóvenes con juegos organizados. Otros, bailar aros, hacer piruetas, hacer esculturas en la arena, bailar flamenco con tarima portátil y todo (y todos ellos que manifestaban públicamente estar autorizados y fomentados por el ayuntamiento). Y mercadillos por aquí y por allá. He hablado con varios de los protagonistas. En este finis terrae del sur. En estos mundos casi marinos adonde Kichi ejerce ahora de procónsul. Y el mar (tan inmenso, sobrecogedor y misterioso) rodeándonos a todos (y todas).

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