A Esperanza
«Lo que fue volverá a ser, lo que se hizo se hará nuevamente. No hay nada nuevo bajo el sol.» Como Ud., lector entendido, sabe que la cita corresponde al Eclesiastés, no pondremos la abreviatura del libro aquí. En la porción de suelo mexicano recorrida por mis pies en los últimos meses, la frase se ha convertido en un motivo recurrente. Benito, Maximiliano, Orquídea, etc. (todos ellos nombres inventados) la han usado para decir que equis cosa o ye no deben sorprendernos: «¡Ah, bueno, eso ya se sabía, no hay nada nuevo bajo el sol.» «Eso ya lo había visto antes...» Yo una vez dije: «No hay nada nuevo bajo el sol, pero todavía hay mucho por hacer aquí». Probablemente, la expresión atribuida al hijo de David no deba considerarse al pie de la letra. Pero como este no es el espacio ad hoc para ahondar en su significado ?ni yo soy persona competente en la materia?, zanjaré el caso. Mencioné la frase al inicio del artículo para suscribirla. En efecto, no hay nada nuevo bajo el sol. Hoy por hoy, la vida es como siempre. Mañana dará sorpresas, tal como las dio antes (Rubén Blades). Así es. No cambia. A mí me sorprendió ayer.
Le extendí a mi padre el número [II] de mi Cuarteto de México, para pedirle su opinión de experto en poesía moderna. Lo miró al parecer sin darle demasiada importancia, y tras fijar su mirada en mis ojos, cogió el bolígrafo y en un par de segundos trazó un poema nuevo al pie del mío. ¡Acaso lo tenía memorizado desde tiempo atrás! ¡No esperaba esa respuesta! Por consiguiente, como deferencia hacia Ud., lector sensible e interesado en la poesía, no publicaré mi segunda pieza del Cuarteto sin antes presentarle el poema de mi padre. ¡En verdad, el de él sería el único que merecería figurar aquí!
Conforme a lo que uno vaya viviendo,
experimentando, se irán aclarando las ideas,
que en su tiempo fueron sueños.
Siempre tendremos, siempre hemos tenido un fuego,
que alumbra nuestro andar.
En algún momento llegará el alivio,
y en consecuencia estaremos listos para el final.
Juan Ángel Torres Herrero
Experimentando-aclarando, viviendo-tiempo-sueños-fuego, tenido-alivio, andar-llegará-final. Los recursos sonoros articulan una red semántica definida. El significado total se integra por al menos cuatro vínculos entre palabras independientes. La voz dirige nuestra atención a los sonidos y estos se vuelven lenguaje. La experiencia en la vida proporciona claridad; el tiempo se emparenta con los sueños, y ambos se acoplan al fuego, que alumbra nuestro andar. De otro lado, con la rima interna entre tenido y alivio, se traban dos eslabones más de la cadena en un connubio que disuelve distancias cronológicas. Con una pincelada, Juan Ángel dibujó una figura redonda.
Sin lugar a dudas, habría resultado suficiente su poema para dotar de sentido a esta columna, pero como seguramente Ud. esperaba encontrar aquí el número [II] de mi Cuarteto de México, lo publicaré.
Los rumores del viento descubren la verdad
en partes. Se confunden con los sueños
y los olvidos. Filtran el secreto del mundo
y nada queda. Desde su lugar de origen,
hasta su destino, van y vienen a cada soplo,
sin esconder ninguna de sus sílabas
detrás de la luz de las luciérnagas.
Juan Ángel Torres Rechy
Nota: El análisis del poema de mi padre está en deuda con el artículo de Romeo Tello A. Puntos y figuras: La aliteración. Mi poema no existiría sin el libro Os rumos do vento. Los rumbos del viento (2005), coordinado por Alfredo Pérez Alencart y Pedro Salvado, pinturas de Dürer y Miguel Elías, Salamanca: Câmara Municipal do Fundão y Trilce Ediciones. Con base en la participación de mi padre, el lector interesado en su obra puede consultar mi columna del 19 de noviembre de 2016, El peluquero.
tw: @torres_rechy