Las recientes fiestas de Sobradillo han dejado una imagen cuanto menos curiosa en lo que se refiere al posible futuro del folclore comarcal. Me estoy refiriendo a que la procesión de Santiago Apóstol no la abría un tamborilero como es tradición en el Abadengo, sino una pareja de dulzaineros, con unos instrumentos, la dulzaina y redoblante, impropios de la comarca.
Ciertamente, no es la primera localidad del Abadengo que da la espalda a los instrumentos tradicionales de la zona, la flauta de tres agujeros (o gaita charra) y el tamboril, para sustituirlos por la dulzaina y el redoblante, instrumentos estos últimos que en la provincia de Salamanca solo se dan en las comarcas fronterizas con Castilla, su región de origen. Y es que hace unos meses en La Redonda ocurrió tres cuartos de lo mismo, ante lo que uno se pregunta ¿Por qué se está empezando a sustituir la gaita charra por la dulzaina castellana?
Realmente, por mucho que he intentado buscar razones para entender estos hechos, he sido incapaz de encontrar una respuesta satisfactoria, pues la única con la que me he topado es que el paisanaje comienza a ser indiferente ante las tradiciones musicales de la zona, y que por tanto le da igual que éstas se pierdan, con la consecuencia de que los instrumentos de toda la vida sucumban ante otros de regiones vecinas.
Por otro lado, si ya de por sí el folclore charro se ve minusvalorado y en cierto modo arrinconado por las sevillanas, que empiezan a estar omnipresentes en las fiestas de muchos pueblos de la zona, y van dejando en un segundo plano poco a poco a lo charro, parece que a nuestro folclore tradicional le crecen los enanos, pues ahora parece que a la gaita charra se le pretende sustituir por la dulzaina castellana en el terreno que parecía resistir mejor, el pasacalles de las procesiones patronales.
En todo caso, la existencia de numerosos tamborileros a lo largo y ancho de la provincia parece garantizar a corto plazo el futuro de la flauta de tres agujeros o gaita charra, si bien sí puede verse comprometido en el largo plazo si se le sigue echando de su espacio, y muy especialmente de los pasacalles. Y es que si el folclore charro deja de tener su propio espacio será difícil que en el futuro vayan a surgir nuevas generaciones de tamborileros en cuanto que, al no tener celebraciones en las que tocar, se percibirían como innecesarios. Evolución de la sociedad dirán algunos, renegar de lo propio diremos otros.
No obstante, considero que para todo ello hay una explicación que va más allá del folclore en sí mismo, y que tiene que ver con la falta de autoestima de los salmantinos como pueblo, de darle un valor a lo nuestro y especialmente a nuestras tradiciones, que generalmente tienden a valorarse más desde fuera que por los autóctonos, para muchos de los cuales nada de lo tradicional parece ser importante.
Por otro lado, este problema es extensible a los leoneses en general en cuanto a región, ya que la flauta de tres agujeros en la autonomía solo se da en las provincias de Salamanca, Zamora y León, esto es, en el antiguo Reino de León, donde se va viendo amenazada por la presión que le ejerce la dulzaina castellana desde el este, y que está sustituyendo a la flauta de tres agujeros poco a poco, hasta el punto de prácticamente haberla barrido del mapa en comarcas como las zamoranas de Tierra del Pan y Alfoz de Toro, la salmantina de Peñaranda, o el sureste de la provincia de León, donde ya no queda apenas rastro de la flauta, plenamente sustituida por la dulzaina castellana.
En el mismo sentido, aunque en variedades de un mismo instrumento, se puede hablar de la sustitución de la gaita de fuelle leonesa por otras de regiones vecinas. A este respecto, donde parece estar resistiendo mejor la gaita tradicional es en el noroeste de Zamora, donde no han penetrado las gaitas asturiana y gallega, las cuales van sustituyendo a las gaitas comarcales en la provincia de León, donde no sólo están llevándose por delante las variedades de gaitas comarcales sino que, en casos como el del Bierzo, el mayor caché de la gaita de fuelle está arrinconando también a la flauta de tres agujeros, que se bate en retirada hacia el oriente berciano, buscando ya el abrazo de la Maragatería, que es ya casi la única comarca de la provincia legionense en la que la flauta de tres agujeros conserva buena salud y, sobre todo, cierto prestigio social.
Por todo lo expuesto, he de reconocer que me apena profundamente que la flauta de tres agujeros y el tamboril, señeros de nuestro folclore, se vayan viendo cada vez más arrinconados, rechazados por algunos de nuestros paisanos, que no están queriendo valorar esos instrumentos que han permanecido durante siglos en nuestra tierra, y bajo cuyos sones bailaron y disfrutaron nuestros antepasados. Y es que, si bien es natural y positivo que se escuche y baile más música aparte de la tradicional, no debe borrarse a ésta del mapa, pues un pueblo sin raíces es un pueblo muerto, y poco o ningún futuro podemos esperar renegando de lo charro.