OPINIóN
Actualizado 25/07/2017
Francisco Delgado

Antes de comenzar a escribir estas líneas leí el sábado pasado el artículo de Rosa M. Artal "Y Dalí culminó la realidad surrealista de España" en el que la autora describía con agilidad y agudeza el insensato panorama de nuestra actualidad semanal nacional. La semana pasada cada día nacía con una noticia más absurda, inquietante u oscura, todas aparentemente inconexas, como si, uniéndolas, pudiera percibirse algunos de los temas pictóricos más surrealistas de Dalí: la muerte, supuestamente por suicidio, de M. Blesa, la entrada de la Guardia Civil en la Generalitat Catalana en busca de documentos para investigación de presuntas corrupciones, el encarcelamiento del presidente de la Federación española de fútbol, Angel María Villar, las declaraciones de la Presidenta de la Comunidad de Madrid sobre su renuncia a las vacaciones (como algo ejemplarizante) y la publicación simultánea de la desaparición o destrucción de todo un dossier de un tema investigado policialmente vinculado a la administración de la Comunidad de Madrid, etc.

Durante la semana, mientras conocía esas noticias y otras producidas fuera de nuestras fronteras (la situación política de Polonia, la tensión creciente en Turquía, las entrevistas secretas entre Putin y D. Trump?) mi profesión me llevaba a reflexiones sobre el "mal" funcionamiento del cerebro humano, sobre la potencia excesiva de lo irracional en el ser humano y la peligrosa debilidad de su racionalidad. De tal modo que al leer el artículo de R.M. Artal supe que el mío no podía ser sino una continuación o variación del suyo. Yo no hablaría de "actualidad surrealista", sino de "actualidad subrracional", sabiendo que no ha existido ni va a existir en el futuro ninguna época humana más racional. Salvo minorías excepcionales, ligadas en general a campos científicos y aquellas comunidades en las que históricamente los principios de la Ilustración calaron en su organización social y escala de valores significativamente, la mayoría de las sociedades humanas actuales y pasadas se caracterizan por dar un predominio a lo irracional sobre la razón.

España nunca ha sido una excepción. Al contrario, a nuestro país le cuesta enormemente aceptar y guiarse por las reglas más racionales de convivencia democrática de la mayoría de países europeos. O al menos a una de esas dos Españas que "helaba el corazón" de Machado y que hoy en día nos sigue, a muchos, desconcertando.

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