"Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras» (Jn 20, 18) .
En el cuarto evangelio, María Magdalena aparece acompañando a la madre de Jesús, junto a la cruz. También aparecen María de Cleofás, y, Juan, el discípulo amado del Señor. Guardan silencio, a juzgar por el evangelio Junto a la cruz, acompañan y velan a Jesús y sufren con él en la medida que pueden. Mientras tanto los demás 10 discípulos les han abandonado. María Magdalena será la primera testigo de la resurrección de Jesús.
El tercer día después de la muerte, de madrugada, cuando aún estaba oscuro, María va al sepulcro, quiere ver y encontrar el cuerpo de aquél a quien ella ama y a quien sigue creyendo muerto. Cuando no encuentra su cuerpo solo le interesa saber adónde le han llevado. Llora y sus lágrimas le impiden reconocer a Jesús. Le toma por el hortelano. Y de pronto las lágrimas dan paso a un impulso de alegría, porque Jesús, como prometió, vive. María Magdalena sentía un amor profundo por Jesús, pero su mente está embotada. De las evidencias de la muerte de Jesús (haber visto cómo le enterraban), ha de afrontar ahora que su cuerpo no esté en la tumba y el deseo de recuperarlo. La «tumba vacía» no representa aún para ella evidencia de resurrección y lo primero que teme es que alguien haya robado el cuerpo. Tras de hablar con los hombres vestidos de blanco, siente que le preguntan por qué llora y solo se le ocurre pensar que se trate del hortelano, ni siquiera reconoce su voz.
María Magdalena pasa de los signos visibles de la ausencia de Jesús a su presencia viva. Ella necesitaba la liberación una adhesión aún demasiado sensible al Jesús terreno. El proceso de fe de la Magdalena no fue nada fácil; así, veremos que le confunde al Señor resucitado con el "hortelano". Tiene un amor profundo por Jesús, pero su mente está embotada. Ella encuentra al Señor cuando la llama por su nombre. De este encuentra nace su misión misionera y evangelizadora, la de anunciar a los otros discípulos el acontecimiento de la resurrección. "Fue corriendo adonde estaban los discípulos y les anunció: He visto al Señor" (v.18).
Jesús comprende e insiste llamándola por su nombre y entonces María le reconoce. Llena de júbilo trata de asirle y Jesús se lo impide, pero reconocerle es al fin acoger la fe en Jesús Resucitado. A continuación, Jesús le da un encargo un tanto enigmático; un recado para sus «hermanos»: «Estoy subiendo a mi Padre que es vuestro Padre, que es mi Dios y vuestro Dios.» He aquí de nuevo a Jesús enviando a una mujer a anunciar la «buena noticia» de su resurrección. El Evangelio de Juan está lleno de modelos de creyente, de fe, pero este es quizás el más importante de todos porque sienta un precedente completamente inesperado y sin precedente: Una mujer apóstol.
María Magdalena debió ocupar, en el grupo de seguidores de Jesús, porque Juan la presenta como primera testigo de la resurrección, la primera a quien se aparece el resucitado. Los discípulos que fueron y entraron al sepulcro no vieron nada: Ni hombres sentados que les hablaran, nada?y sin más se marchan. María no se conforma y si no está el cuerpo resuelve buscarlo y al hacerlo Jesús premia su esfuerzo apareciendo a ella primero que a los demás discípulos. Realmente es maravillosa la estampa de esta mujer enamorada convertida por Jesús en pregonera y testigo de la resurrección del Maestro. Una vez más el Evangelio nos sorprende con algo contra intuitivo e imprevisto. No es Pedro, ni Juan, ni Santiago, ni ninguno de los doce, escogidos por Jesús "para ser sus testigos", quien tiene el privilegio de ser el primero que ve a Jesús resucitado.
La tradición vigente en el siglo VI, incorporó la definición de Gregorio Magno de que esta mujer, María Magdalena, era la adúltera penitente, aquella a la que Jesús había salvado del apedreamiento y perdonado. En 1969, Pablo VI ordenó la supresión del apelativo «penitente» en referencia a María Magdalena, por lo tanto, rectificó la identificación con «la prostituta arrepentida», y a mandó que en la misa de la memoria correspondiente, se sustituyera el evangelio de Lucas (Lc 7:36-50) por el de Jn (20,1.11-18) que la presenta como la primera testigo de la resurrección. Juan Pablo II en su Carta Apostólica Mulieris Dignitatem, del 15 de agosto de 1988, llamó a María Magdalena «ejemplo de verdadera y auténtica evangelizadora, es decir, de una evangelizadora que anuncia el mensaje gozoso central de la Pascua». Recientemente, el 3 junio 2016, el Papa Francisco, autorizó al Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (CCDDS) a publicar el decreto por el cual la «memoria» de Santa María Magdalena que se celebra el 22 de julio, fue elevada al rango de «fiesta». La celebración de la Misa ese día cuenta ahora con un «prefacio» propio titulado «de apostolorum apostola» (o apóstol de los apóstoles), un título dado en la Edad Media a María Magdalena por Tomás de Aquino. Esto quiere decir que ahora María Magdalena es celebrada en la Iglesia Católica Romana del mismo modo que son honrados los demás apóstoles.
Jesús pregunta a María Magdalena: "¿Por qué lloras?" "¿A quién buscas?"
Estas mismas preguntas nos las hace a nosotros. Nuestras pérdidas nos producen tristeza y llanto y darnos cuenta de que perdemos al Señor, es el punto de arranque para buscarlo de verdad, con todo el corazón para que así se produzca el encuentro. En cada búsqueda está Jesús que pronuncia nuestro nombre y nos invita a vivir y a comunicar la vida a los demás.
Santa María Magdalena es la patrona de la iglesia de los Carmelitas de la Calle Zamora, 59. A las 13:15 tienen una misa en honor de su patrona.