OPINIóN
Actualizado 22/07/2017
Julio Fernández

Profesor de Derecho Penal de la Usal

Hace algunas semanas y en un viaje por Cataluña, tuve la ocasión de desplazarme a Collioure (pueblo francés cercano a la frontera española de Gerona) para visitar la tumba del poeta Antonio Machado. Confieso que no pude reprimir la emoción, ya que mientras leía los últimos versos de su "Retrato", impresos en dos azulejos adosados al panteón (Y cuando llegue el día del último viaje,/ y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,/me encontraréis a bordo ligero de equipaje,/casi desnudo, como los hijos de la mar"), me vinieron a la memoria las calamidades, tristezas y desgarros del alma que sufrieron miles de españoles (se habla de medio millón de seres humanos) que tuvieron que salir de España por aquélla frontera, con la mirada perdida en las aguas azules del Mare Nostrum (aquél que baña las costas entre Algeciras y Estambul, como dijera Serrat), la misma frontera que horas antes Cris y yo habíamos cruzado en automóvil.

Estamos fechando nuestro relato histórico en los días finales de enero de 1939. Ante la inminente caída de la Barcelona republicana a manos de las tropas franquistas, muchos republicanos, temerosos de las consecuencias de la represión de los vencedores, iniciaron su éxodo hacia un país democrático, Francia; pero no pudieron vaticinar que poco tiempo después iban a caer presos de la ocupación nazi, aquéllos amigos del Régimen que colaboraron en la persecución, captura y exterminio de los exiliados españoles. Como sabemos, muchos de estos "rojos apestados" (como serían denominados por las autoridades españolas) acabaron en los campos de concentración y exterminio, la mayoría en Mathausen, pero también en otros como Dachau y Buchenwald.

Mientras tanto, en el territorio español en esos momentos, además de los miles de españoles (de los dos bandos) que habían muerto en combate y ejecutados por las retaguardias en ambas zonas (la rebelde y la republicana), después de la victoria de Franco y ya en teórico periodo de paz, continuaba la represión en las calles y en las cárceles mediante torturas y ejecuciones, simplemente porque estas personas pensaban de otra manera y no comulgaban con el ideario nazi-fascista-franquista; ideario que, por cierto fue vencido y condenado después por el tribunal de Nüremberg.

Cierto es que durante los tres años de contienda fratricida hubo atrocidades en cada uno de los bandos: ejecuciones en Paracuellos y Badajoz, bombardeos como el de Guernika y los asedios de Belchite o Málaga (por poner sólo algunos ejemplos). También es cierto que la maldita guerra comenzó por un golpe de estado frustrado contra el régimen democrático y constitucional de la II República, dirigido por unos cuantos generales: Franco, Mola, Sanjurjo y Queipo de Llano. Igualmente es cierto que con la victoria franquista, los asesinados del bando sublevado fueron sacados de las fosas comunes, dándoles "Cristiana sepultura" y dignificándolos como seres humanos que fueron y que murieron por las nefastas consecuencias de una horrible guerra. Y tampoco es menos cierto que las decenas de miles de republicanos torturados y ejecutados, fueron enterrados en cunetas, sin que sus familiares sepan aún donde se encuentran sus restos (entre ellos, uno de los poetas españoles más universales de nuestra historia, García Lorca).

Resulta lamentable que 81 años después del comienzo de la guerra, más de 114.000 españoles republicanos permanezcan sepultados en lugares desconocidos para sus herederos y que esto no haya sido condenado aún hoy por ciertos sectores políticos de la derecha española; es más, en muchos casos, lo justifican.

Recordemos que el Comité de Naciones Unidas contra la Desaparición Forzada emitió su preocupación por el desamparo de las victimas del franquismo e instó al gobierno de Rajoy, en 2013, a cumplir con la obligación de buscar a los desaparecidos durante la guerra civil y la dictadura y recomienda al gobierno que asigne recursos de personal, técnicos y financieros suficientes para ello.

¿Por qué no cumple el gobierno con esta obligación que le impone la ONU? ¿Hasta cuándo va a mantenerse esta violación de la dignidad de los que murieron defendiendo las libertades democráticas? ¿Hasta cuándo van a seguir sus restos sepultados en el ignominioso anonimato? ¿Hasta cuándo van a seguir en las cunetas?

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