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OPINIóN
Actualizado 16/07/2017
Redacción

Hemos de parar esta hemorragia cultural que supone el cierre de librerías emblemáticas en Salamanca, pues, de lo contrario, llevaremos una vida agónica, más cercana a lo animal que a lo humano

Si Salamanca tiene una proyección internacional es, sobre todo, porque se asocia en todo el mundo con la cultura y con una universidad antaño muy prestigiosa (no sé si hoy tanto), que supone por sí misma un marchamo publicitario, que nos viene dado desde el pasado, que no le cuesta nada a la ciudad.

El conocimiento, la universidad y los libros han ido siempre de la mano en Salamanca y le han dado una prestigiosa identidad, de la que otros núcleos urbanos carecen.

Recuerdo que, en mis años universitarios, haciendo auto-stop para ir a Ávila, un sábado cerca del mediodía, en la carretera de Madrid, a la altura de los paúles, me paró un coche y me llevó hasta la ciudad de Santa Teresa. Quien lo conducía era un catedrático de la Universidad Complutense, que había venido a Salamanca el sábado por la mañana ¡a comprar libros desde Madrid, nada menos! Ante mi sorpresa, pues le indicaba que en Madrid habría mejores librerías, me dijo que Salamanca contaba con algunas de las mejores librerías ?por aquel entonces, años setenta del siglo pasado? que había en España. Se estaba refiriendo, claro está, a una, verdadera institución cultural salmantina en el ámbito del libro, que ya desgraciadamente está cerrada.

¿Se puede decir hoy que Salamanca tiene un público consumidor y lector de libros? ¿Se puede decir que la universidad fomenta el amor por los libros? ¿Cuenta Salamanca con un público consumidor y lector de libros? Dado el rosario de cierre de librerías en el que estamos, las respuestas a todos estos interrogantes parecen negativas.

Hoy, en Salamanca, adquirir alguna novedad bibliográfica de las que reseñan los grandes suplementos culturales de los periódicos cuesta mucho; es muy difícil. Curiosamente, más complicado que en León, ciudad en la que habitualmente resido.

Y ahora, tras el cierre de Cervantes, le llega el turno a la librería Hydria, ese ámbito cultural vinculado con los libros, ubicado en la plaza del Caño Mamarón, que nació, de la mano de un entusiasta de los libros, Suso, en aquellos tiempos abiertos y esperanzadores de la transición a la democracia, lo mismo que la librería Víctor Jara.

Y este réquiem por la librería Hydria, que hoy hemos de entonar, nos llena de una gran tristeza, porque las expectativas de una sociedad abierta, culta, tolerante, marcada por los signos de la civilización, parece que se están esfumando, parece que hubiera un interés, aparentemente difuso, en volvernos a conducir a las cavernas.

El cierre de las librerías ?el de Hydria, hoy? es un síntoma de lo que indicamos. Creemos que tanto las autoridades como la sociedad civil debieran favorecer una cierta protección de estos ámbitos civilizadores y de cultura que son las librerías, las autoridades a través de medidas de diversos tipos, la sociedad a través de la lectura, que ha de ser impulsada en el mundo escolar y educativo (entre los niños, adolescentes y jóvenes) y entre los adultos (a través de recursos como los clubs de lectura, las bibliotecas y otros).

Hemos de parar esta hemorragia cultural que supone el cierre de librerías emblemáticas en Salamanca, pues, de lo contrario, llevaremos una vida agónica, más cercana a lo animal que a lo humano.

José Luis Puerto, escritor

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