OPINIóN
Actualizado 14/07/2017
Eugenio Sánchez Redondo

Desde Salamanca, a 250 kilómetros, en el norte de Burgos, se cruzan mares de viñedos bordeando la ribera del Duero. Estamos en Huerta de Rey. Un lugar tranquilo, un pueblo. Los niños forman pandillas, acogen al veraneante como a uno más para jugar el campeonato de fútbol sala o para ir a visitar el cangrejo de la fuente.

El día es más largo, se vive en la calle, se dora la piel entre juegos y secretos. Voy a comprar el pan con la abuela Casi y me regalan un sugus.

Dos pasos de gigante más allá, si te levantas con la fresca, con un buen paisano de guía y unos prismáticos enfocados puedes ver una gran colonia de buitres leonados. Apuntan los primeros rayos, apostados en rocas y árboles, en grupos y con vigías en lo más alto. Al tiempo comienzan los primeros vuelos para encontrar la mejor línea de calor.

Al desplegar sus alas contemplas sus majestuosas formas y envergaduras, te haces pequeño. Más tarde encontrarán las corrientes que alzarán sus vuelos en busca de su carroña.

Seguimos el camino y un joven corzo se cruza, se para, mira y posa para nosotros.

Tocas casi la naturaleza con las manos, respiras hondo, suspiras.

A Fulgen y Mer

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