Los vecinos que se encargan de mantener limpio y cuidado el lugar disfrutan cada día de uno de los rincones más emblemáticos de Cantalapiedra | Fotos: Jorge Holguera


LAS VILLAS
Actualizado 12/07/2017
Jorge Holguera

CANTALAPIEDRA | Varios vecinos mantienen cada día este lugar tan querido por las gentes de la localidad

La ermita de la Virgen Nuestra Señora de la Misericordia de Cantalapiedra es un vergel, uno de los lugares más apropiados de Cantalapiedra para refrescarse en las calurosas tardes de verano. Árboles de numerosas especies aportan sombra al lugar y una verde pradera bien regada contribuye a generar un frescor especial.

El parque goza de un cuidado especial, se aprecia un mimado mantenimiento que "dimana de la fe que tenemos a la Virgen de la Misericordia", explica Urbano Torres Zazo, que es uno de los encargados del cuidado de este privilegiado entorno. También trabajan en la limpieza, el riego y labores de jardinería de este entornos, otros vecinos de la villa como Julio Acosta, Satur García, Wences García, Luis García, Víctor Marcos, José Sánchez, Alejandro Botrán y Toño González. Todos ellos están ya jubilados y trabajan en este entorno por amor al arte, o mejor dicho, por amor a la Virgen de la Misericordia, patrona de la villa de Cantalapiedra. Acuden a diario, y principalmente hacen el mantenimiento del jardín aunque también realizan otras tareas de acondicionamiento en el entorno y dentro del propio templo. Estos vecinos de Cantalapiedra han encontrado en la devoción a la Virgen el impulso necesario para hacerse cargo desinteresadamente de tareas como la siega del césped, el riego de los rosales y las petunias y flores de temporada, el desbroce y muchas otras labores que piden los jardines. Todos entienden, aunque alguno es más experto en un área que en otro. Por ejemplo, Wences García aporta su experiencia en el mantenimiento de jardines, que ya realizaba cuando vivía en Madrid. Su hermano, Luis García, está más puesto en cuestiones relacionadas con la maquinaria. La profesión que han ejercido durante su vida laboral les hace más conocedores de una tarea u otra, aunque hoy día no se resiente ningún conocimiento porque si algo no saben, "todo sale en Internet", desvela Toño González.

También cuentan con el apoyo de otros vecinos de la localidad que aportan su granito de arena a esta obra colectiva. El resto de gastos también corre por cuenta de fieles y gentes de la villa, es decir, se hace cargo de ellos la cofradía de Nuestra Señora de la Misericordia, que custodia fondos aportados por los cofrades con su cuota anual y con las donaciones que generosamente aportan numerosas personas sobre todo durante las fiestas patronales.

El parque de la ermita

Es el entorno verde más querido de Cantalapiedra por la devoción a la Virgen de Misericordia y también por ser una obra fruto del trabajo colectivo. Sus orígenes ya fueron así, uno de los principales promotores fue el entonces párroco, Hilario Almeida Cuesta, quien en la década de los 80 animó a las gentes de Cantalapiedra a acondicionar los terrenos que rodean la ermita de la Virgen de la Misericordia. Entre unos y otros se hizo una obra que enriqueció el entorno y dotó a la localidad de un parque con verde sombra para uso público.

El lugar es peculiar, recibe al visitante que llega a Cantalapiedra por la carretera de Encinas de Abajo o de Salamanca. Todo el parque está bordeado por un muro de piedra, que en su día trajeron los vecinos de la localidad de una donación que recibió el entonces párroco. El centro de esta zona verde está presidido por la ermita de la Virgen de la Misericordia y bordeando este edificio dedicado al culto mariano hay árboles de variadas especies. Cada planta tiene su historia, pues han sido los propios vecinos de la localidad los que han realizado su plantación. También tiene su pasado el propio entorno, una historia que conocen los que se encargan del cuidado de la ermita. Entre otras curiosidades, los protagonistas previamente mencionados recuerdan que junto a la ermita estuvo el anterior cementerio y que en el mismo había enterrados soldados franceses que fallecieron en la Guerra de la Independencia. Quizá por ello, hasta no hace mucho tiempo, recuerdan que, en la ermita había una bandera francesa y un sable. Son cosas de las que sólo quedan el recuerdo, porque donde un día había tumbas, hoy sólo hay árboles, mesas y bancos de piedra. También ha quedado en una bonita referencia el antiguo paso de todos los difuntos por la ermita de la Virgen de la Misericordia. Era una despedida especial y un gesto del gran cariño que hay en la localidad a la Madre de Dios.

Otra peculiaridad histórica que recuerdan quienes se encargan del cuidado de la ermita es el pozo de las nieves, que surtía de hielo y nieve "a toda Castilla y León", explica Alejandro Botrán, pues entonces este era un material muy apropiado para fines medicinales. Otro elemento peculiar del parque de la ermita es el crucero que compone las estaciones del Vía Crucis, en su día José Sánchez, se encargó de su limpieza.

Así hasta un sinfín de anécdotas y curiosidades que quedan en el baúl de la memoria y que a veces salpican esas larga conversaciones que dan de sí los encuentros vespertinos de estos vecinos en el parque de la ermita. Pues no sólo acuden a la ermita a trabajar, también se reúnen, dialogan y meriendan. El parque de la ermita también es un espacio de encuentro para ellos. Bajo el amparo de la Virgen de la Misericordia, a la cual observan de vez en cuando desde una ventana que deja ver su silueta, se da de sí un encuentro cordial de vecinos que gracias a esta obra son amigos que unos a otros se informan, se comunican, se cuentan, se apoyan y se acompañan con conversaciones generadas a la sombra de una obra fruto del buen quehacer colectivo de todo un pueblo.

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