OPINIóN
Actualizado 11/07/2017
Redacción

El tema de los árboles ha sido replanteado por el gran incendios de un bosque Portugal, desde su dimensión económica y social, ecológica y jurídica.

En ese contexto me han preguntado y me pregunto qué significan los árboles en nuestra memorial social, en nuestra religión y pensamiento, y he querido responder partiendo de mi propia experiencia de hombre de arbolado.

Imagen 1. Un haya de mi tierra en el otoño encendido, bien anclada en el suelo, arraigada, sustraiekin (con raíces hondas). Esta es la visión mágica más honda, que tuve de niño en la landa de Arrugaeta.

Imagen 2. Un árbol flotante y sagrado que escogimos (mi editor y un servidor) para un libro de texto que escribí por encargo de la Universidad de la Experiencia, de la Universidad Pontificia de Salamanca).

Esos dos árboles han guiado en parte mi vida..., una historia vinculada al árbol-tierra, que ha sido y sigue siendo signo de Dios, como sabe y dice muy bien Francisco (en su encíclica Laudato sí, Alabado seas, mi Señor, por la hermana madre tierra.. Mi historia está vinculada también al árbol-libro, como diré en una próxima postal.

Algunos podrán moverse en otra línea, y dirán que el árbol tiene menos importancia en su cultura y en su economía, como puede suceder en los hielos polares y en algunas zonas del desierto.

Otros responderán desde de llanura donde el único árbol es el cereal...o la roca, o el mar sin más arboladura que las de los barcos de mástil velero de antaño.

Yo quiero reflexionar y responder desde mi tierra (marcada por el árbol) y desde mi Biblia (donde el árbol es también un elemento religioso), retomando unas notas que he desarrollado en el Gran Diccionario de la Biblia (Verbo Divino, Estella, 2015) donde además de esta entrada general hay otras dedicadas a unos árboles concretos.

En días siguientes quiere volver a los principios de mi teología, evocando la experiencia de la tierra (religión telúrica) y del libro (religión de una cultura escrita).

Dios creó en el principio los árboles

Según la experiencia de la Biblia, árboles y plantas forman un entorno y base esencial para la vida de los hombres, como aparece ya en el principio, en el relato del paraíso (Gen 2-3) donde se habla del "Jardín o Bosque del Edén": lleno de árboles hermosos para ver, gozosos para comer (llenos de fruto), entre los que se destaca el de la vida y el del conocimiento del bien/mal.

(1) Árboles sagrados, dioses de bosque.

La Biblia está llena de árboles significativos, entre los que destacan aquellos que Dt 8, 8 considera fuente de alimentos básicos en la tierra prometida: higueras y olivos, granados y datileras (también pone como "árboles" la vid y el trigo). Hay árboles nobles, que no quieren reinar porque son verdaderos reyes de la creación, como el olivo y la higuera; hay arbustos negativos (zarzas parásitas), que sirven para "reinar" quemando el bosque (Jc 9, 9-10).

Por otra parte, la Biblia ha condenado el culto de los árboles sagrados, vinculados en general con la diosa Ashera. Suelen ser árboles frondosos (cf. Dt 12, 2; 1 Rey 14, 23; 2 Rey 16, 4; Is 57, 5), entendidos casi siempre como símbolo de una divinidad femenina. Así se dice "destruiréis todos los lugares donde las naciones que vosotros habéis de desalojar han servido a sus dioses sobre los montes altos, sobre las colinas y debajo de todo árbol frondoso". "También se edificaron lugares altos, piedras rituales y árboles de Asera, en toda colina alta y debajo de todo árbol frondoso".

Los primeros santuarios fueron, según eso, las piedras erectas y duras, los árboles acogedores, sombríos. Algunos ecologistas quieren volver a descubrir la sacralidad de los pedrouros y las fragas, de las pedras de abalar y de los grandes bosques del Irati o de la Selva Negra.

En una línea algo distinta, la misma Biblia conserva el recuerdo de árboles o bosques vinculados a la divinidad, como es normal en el contexto del Antiguo Oriente, árboles donde los cananeos adoraban a sus dioses. Como es normal, los judíos tendieron a "talar" los árboles sagrados de otros dioses, pero conservaron los suyos. Así tenemos la encina sagrada de Moré o de la visión, que está cerca de Siquem, junto al santuario de Yahvé (Gen 12, 6; 35, 4; Dt 11, 30; Jos 24, 26; Jc 9, 6.36); también es sagrada la palmera de Débora (Jc 4, 5).

Quizá el más sagrado de los árboles o arbolados de Israel fue el encinar de Mambré, lugar de la visión, de las reuniones sagradas, de las adivinaciones, lugar donde el mismo Dios solía venir a dialogar con sus amigos, según la tradición de Abrahán: "Yahvé apareció a Abraham en el encinar de Mambré, cuando él estaba sentado en la entrada de la tienda, en el pleno calor del día" (Gen 17, 1-2).

Éste es el Dios de las representaciones más sagradas de la tradición cristiana, el Dios de los tres ángeles pintado por Rublov. Éste es de alguna forma el Dios que los cristianos han vinculado al árbol de la cruz y al fruto compartidao del trigo y de la viña (eucaristía), el Dios de la Vid inmensa, árbol infinito que todo lo abarca, enriquece y alimenta, según el evangelio de Juan (Jn 15) En esa línea se sitúan las referencias al árbol de la vida en 1 Hen y a los árboles del paraíso en Ap 21-22 y, sobre todo, las grandes palabras del salmo 104, donde se dice a Dios:

Haces manar las fuentes en los valles,
entre los montes se deslizansus aguas;
a todas las bestias de los campos abrevan,
en ellas su sed apagan los onagros;
haces borar la hierba para el ganado,
y las plantas para el uso del hombre,
para que saque de la tierra el pan,
y el vino que recrea el corazón del hombre,
para que lustre su rostro con aceite
y el pan conforte el corazón del hombre.
Se empapan bien los árboles inmensos,
los cedros del Líbano que él plantó;
allí ponen los pájaros su nido,
su casa en su copa la cigüeña.

En este contexto queremos terminar citando una famosa ley de la defensa del árbol, el tiempos de guerra:

"Cuando sities mucho tiempo alguna ciudad para combatir contra ella, a fin de tomarla, no destruyas su arboleda alzando en ella el hacha, porque de ella podrás comer. No la cortarás; pues, ¿acaso los árboles del campo son hombres para que vengan ante ti con asedio? Pero podrás destruir y talar el árbol que sabes que no es para comer, con el propósito de construir obras de asedio contra la ciudad que combate contigo, hasta que se rinda" (Dt 20, 19-20).

Siguiendo, quizá en esta línea, los judíos que han vuelto a la tierra de Israel a lo largo del siglo XX han convertido el culto al árbol en uno de sus motivos nacionales preferidos: han creado la fiesta del árbol, han intentado repoblar de nuevos árboles la tierra. En esto son admirables y debemos inclinarnos ante ellos. Pero queermos pasar a otros motivos más simbólicos del árbol en la Biblia

2. Unos árboles concretos...

Llena está la Biblia, lo mismo que la vida de muchos de nosotros de árboles diversos, propios de la imaginación o del bosque real de su entorno. Éstos son algunos de ellos:

Árboles del paraíso.

En el paraíso de Gen 2-3 hay muchos árboles (hermosos para ver, buenos para comer), pero hay dos muy significativos para el texto, y los dos tienen carácter simbólico. Con ellos pasamos del plano externo (vegetal) al plano humano, a la ecología de la vida. Los árboles no valen en sí mismos, por su materialidad, sino por lo que significan para los hombres.

El árbol de la vida (Gen 2, 9; 3, 22.24) resulta conocido en diversas culturas de oriente (Mesopotamia...) y muchos han querido poseerlo desde antiguo, para alcanzar aquello que les falta (la inmortalidad). Pues bien, el texto bíblico dice que ese árbol de Vida de Dios está en el centro del huerto, al alcance de las manos, de manera que Adán-Eva podrían haberlo comido.

Árbol de la ciencia del bien y del Ley (Gen 2, 9.17). De manera sorprendente, al lado del árbol de la vida hay otro del conocimiento del bien/mal, que los mitos del entorno no conocen, porque ignoran la más honda relación que Israel ha destacado entre opción moral (árbol del bien/mal) y plenitud escatológica (árbol de vida).

Relación entre los dos árboles.

El hombre sólo puede alcanzar el árbol de la vida (la gracia de la trascendencia) caminando a través del árbol de la ley (bien/mal), pero sin comerlo, sin adueñarse de él por la fuerza. Según eso, la gracia de la vida es anterior a toda ley, pero sólo podemos recibirla de forma responsable si asumimos la ley de la vida, sin querer hacernos dueños del bien y del mal. En este contexto se sitúa la paradoja de la existencia del hombre, que necesita la ley para ser humano (debe situarse ante el árbol del conocimiento del bien/mal), pero no puede apoderarse de ella y comerla (como se comen las plantas).

Unión profunda. Árbol de la ley, árbol de la vida.

Los árboles expresan la ley: sin respeto al árbol no puede haberhumanidd...Sin ley (árbol del bien/mal) no existe libertad, ni futuro para los hombres. Pero donde sólo existe ley y donde el hombre quiere apoderarse de ella para adueñarse por sí mismo de la vida, él se destruye, como supone el «pecado» de Eva, del que Adán participa (cf. Gen 3, 1-8). El árbol de la vida se identifica de algún modo con Dios, como meta y sentido de la vida de los hombres. Por el contrario, el árbol de la ciencia del bien y del mal está vinculado a la opción de los hombres y constituye el hilo conductor de la visión bíblica del hombre.

Ampliación: El árbol de la ciencia>.

Este árbol ocupa en la Biblia un lugar muy importante, pues simbólicamente su fruto es también principio de vida para los hombres (siempre que no coman su fruto, siempre que no quieran apoderarse egoistamente de su fuerza).

(a) Es un árbol de ley, que nos permite distinguir entre lo bueno y malo, como dice la palabra clave de Dt 30, 15: «Pongo delante de ti bien y mal, vida y muerte... mira ya y escoge», señal del compromiso que el pueblo asume ante Dios, prometiendo así cumplir las leyes de su pacto.

(b) Es un árbol de amenaza, que muestra a los hombres-mujeres el riesgo en que se encuentran de cerrarse en sí mismos, convirtiendo su vida en objeto de deseo violento y de muerte. Quien se quiere apoderar de los árboles par su propio y exclusivo provecho destruye su vida.

(c) Pero puede y debe convertirse en principio amoroso de gracia, que nos lleva más allá de la pura ley, dominada por el bien y el mal, hacia el lugar donde ya no hay ley, sino sólo amor universal. Por eso, «comer» de ese árbol significa rechazar a Dios, queriendo ocupar su lugar, rechazando así la vida.

( El árbol de la vida.

También es importante el árbol de la vida, conocido también en otras culturas de oriente, desde Mesopotamia hasta Grecia. Dentro de la Biblia, este árbol forma parte del relato de la creación (cf. Gen 2, 9.17; 3, 17), donde se identifica de algún modo con lo divino, como expresión y sentido de la vida humana. Al querer apoderarse del árbol del conocimiento del bien y del mal, los hombres han perdido el árbol de la vida (Gen 3, 22-24), que el Serafín de Dios custodia con su espada de fuego. Sin embargo, la nostalgia y deseo del árbol de la vida ha venido siguiendo a los israelitas desde entonces, como supone el libro de Henoc, cuando promete:

«Entonces ese árbol será dado a los justos y humildes. Vida se dará a los elegidos por sus frutos... y vivirán una larga vida, como vivieron tus padres en sus días, sin que les alcance pesar, dolor, tormento ni castigo» (1 Hen 25, 4-6).

La vida eterna se entiende aquí como paraíso de árboles: tierra fecunda de gozo, abundancia de amor que se expresa en forma de árbol eterno de vida para todos. En esa misma línea se sitúa el Apocalipsis, cuando dice que los justos podrán alcanzar el Árbol de la vida, curarse con sus hojas alimentarse con sus frutos en la nueva Jerusalén (cf. Ap 2, 7; 22, 2.14); en esa línea se sitúa el Corán, cuando habla del paraíso como espacio de sombra y de vida, entre árboles sagrados.

Apocalipsis.

En sentido general, los árboles (dendra) son para Ap un signo privilegiado de la vida del mundo. Por eso, mientras haya hombres (justos), los árboles resultan necesarios para su sustento (Ap 7, 1; 9, 4) y la 1ª → trompeta sólo destruye la tercera parte de ellos. Hay algunos especiales.

(a) Olivo. Produce aceite de lujo, propio de ricos, en tiempo de hambre, apareciendo así como signo de injusticia (6, 6; 18, 13). Pero, en otra perspectiva simbólica, los dos profetas finales de 11, 4 son olivos buenos: producen aceite para alumbrar el santuario de Dios (cf. Za 4, 3).

(b) Árboles de perfumes. El cinamomo y el incienso (cf. 8, 3.5; 18, 13) provienen de árboles y pueden emplearse tanto para el servicio de Dios como para acentuar la injusticia social y económica, lo mismo que los restantes perfumes (cf. 5, 8; 8, 3-4; 18, 13).

(c) El Árbol de la → vida. No se le llama dendron sino xylon (palabra que se aplica en 9, 20 a la madera de los ídolos, y en 18, 12 a las maderas ricas). Este xylon, que recuerda al de Gen 2, es el don final de la vida (→ comida) que Jesús ofrece a los salvados, a los lados del río que brota del Trono de Dios y del Cordero (2, 7; 22, 2.19)

((Hasta aquí el tema de mi Diccionario Bíblico. Es evidente que mi exposición no responde a todos los problemas que se planteas en la actualidad (y que se han planteado en el blog anterior), pero puede ayudar a situarnos ante el signo de los árboles. Si duda, los participantes del blog, teniendo en el fondo los incendios de Galicia, podrán y deberán desarrollar el tema de los árboles desde otras perspectivas, de ecología y clima, de economía y cultura, de trabajo y gozo de la vida. ¿Podremos decir también hoy que Dios es árbol?)

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