Profesor de Derecho Penal de la Usal
El pasado domingo el diario El País publicaba una encuesta sobre los intereses sociales, políticos y culturales de los españoles según la edad. En ella se prueba claramente que la diferencia entre los jóvenes hasta 34 años con sus padres y abuelos (mayores de 65 años) es la mayor de los últimos años. Siempre ha existido una diferencia sustancial entre los jóvenes y los mayores de esta edad, pero la brecha se ha acentuado aún más en estos años dominados por la crisis económica.
En relación a los intereses políticos, los menores de 35 años votan, mayoritariamente, a los partidos minoritarios (Unidos Podemos y Ciudadanos, sobre todo al primero, que supera ampliamente a los otros tres partidos mayoritarios: PP, PSOE y Ciudadanos), mientras que los mayores de 65 años lo hacen en su mayoría al PP. Más que la diferencia entre conservadores y progresistas (aunque en esta franja de edad los partidos progresistas superan a los conservadores), se tiene en cuenta que el partido político en cuestión ostente o haya ostentado el poder. La mayoría vota a los partidos que no han ostentado aún el poder, por lo que el rechazo a los partidos tradicionales (PP y PSOE) es mayor que la aceptación. Esto es también una consecuencia de las movilizaciones ciudadanas del 15-M, donde surge con fuerza la formación política de Pablo Iglesias.
En otros asuntos, como los relativos a las confesiones religiosas, la fractura es mucho más evidente. Mientras en la población que supera los 65 años hay sólo un 12 % de no creyentes, en las personas de hasta 34 años los ateos son casi la mitad (el 47 %). En la religión ocurre lo mismo que en la política; el rechazo a los políticos y religiosos es como consecuencia de los escándalos de corrupción aparecidos en los últimos tiempos y de las agresiones y abusos sexuales que se han ido destapando y cuyos sujetos activos han sido curas y otros religiosos.
Por otro lado, son más de dos tercios de los jóvenes hasta 34 años (66%) los que consideran que la Constitución necesita reformas. En cambio, en esta cuestión, los mayores de 65 años son algo menos de la mitad (el 44%). También son una mayoría aplastante de jóvenes (79 %) los que consideran que la riqueza de España no está bien distribuida, frente a un 62 % que opina lo mismo entre los adultos mayores de 65 años.
Y, desde luego, la diferencia más dolorosa para los jóvenes en relación con los mayores de 65 años, es la de los salarios y las condiciones que brindan las relaciones laborales a los más jóvenes, como consecuencia de una legislación laboral ultra liberal y regresiva que lesiona los más elementales derechos laborales. La mayoría de los salarios de los más jóvenes son inferiores, incluso, que las pensiones contributivas más bajas. De ahí que la mayoría de los jóvenes que tienen la suerte de contar con un trabajo, deseen vivir con los padres porque sus salarios no cubren las necesidades mínimas de cualquier ciudadano necesita para desarrollar una vida digna. Todo ello, a pesar de que estos jóvenes son los más preparados de la Unión Europea: la mayoría no sólo ha cursado licenciaturas y grados, sino también doctorados y master, además de dominar algún idioma más que el castellano y, en su caso, el de la comunidad autónoma correspondiente.