OPINIóN
Actualizado 02/07/2017
Carlos Javier Salgado Fuentes

Ya ha roto el huevo el mes de julio y, con ello, se acercan un año más las fiestas de Guadramiro, dedicadas a San Cristóbal, patrón de la villa y cuya estatua de casi tres metros preside la imponente ermita de la Virgen del Árbol.

Es una fecha emotiva para los guadramirenses, por cuanto supone un encuentro de hermanamiento para quienes puedan estar presentes, así como por los buenos recuerdos y el deseo de estar allí confraternizando con los paisanos de los que, aún deseándolo, no podremos asistir esta vez.

El de las fiestas de San Cristóbal es un fin de semana especial, el más grande de todo el año para Guadramiro y, en 2017, tendrá una especial significación, ya que a la celebración de las fiestas patronales, se le une simbólicamente el del 850 aniversario como Villa de la localidad.

Lejos queda aquel año 1167 en que el rey Fernando II de León citaba con dicho título a Guadramiro en un documento de donación, sin tan siquiera imaginar que ocho siglos y medio más tarde, los vecinos de aquella ilustre localidad llevarían a gala aquella primera mención escrita documentada de Guadramiro, y la descripción en ella como villa.

Obviamente, el pueblo ha cambiado mucho desde entonces, ya que nadie en el siglo XII podría ni tan siquiera imaginar qué es una verbena, una fiesta de la espuma o unos hinchables para niños. Sin embargo, en aquellos tiempos sí podrían rastrearse las raíces de nuestro folclore charro o los de la pelota a mano, así como la existencia de unos primitivos juegos con toros heredados de los vetones que les harían sentir cercanos los encierros infantiles del domingo.

La misa en honor al patrón y la de cofrades, evidentemente, sería lo que habría permanecido más inalterado desde aquellos tiempos, aunque los pobladores medievales de Guadramiro se extrañarían de que ésta no se diese en latín, y de que el cura se dirigiese a los feligreses de frente, y no de espaldas, algo que no hace tantas décadas fue cambiado.

En todo caso, de lo que no cabe la menor duda, es de que tanto aquellos pobladores como todos los actuales vecinos, paisanos y visitantes lo pasarían y pasarán en grande en las fiestas, y de que disfrutarán 'como enanos' en ellas. Y es que si algo caracteriza a las fiestas de Guadramiro es que todo aquel que va, quiere repetir.

Como es tradición, los platos fuertes del programa festivo se abrirán el viernes con el pregón, que este año corresponde a José Calderón, quien estoy seguro emocionará a los guadramirenses que abarrotarán la Plaza Mayor, y posteriormente en armonía se intercambiarán diálogos, besos y abrazos entre paisanos y familiares que, por azares de la vida, se encuentran en diversas partes de España.

Y es que, más allá de ser unas buenas fiestas por tener un buen cartel de orquestas, juegos o folclore, lo que las hace más grandes y simbólicas es ese reencuentro con paisanos, esas ganas compartidas de disfrutar de la alegría, de ser felices todos juntos y de ver llena de sonrisas la plaza, las peñas y el pueblo en general.

Porque pocas cosas hay en la vida que hagan disfrutar más que las fiestas del pueblo propio, de ser anfitriones de la alegría de todos los que se acercan al pueblo, y sobre todo porque, el fin de semana de San Cristóbal, todos los guadramirenses tenemos el corazón y la cabeza puestos en ese pequeño rincón del mundo que para nosotros es lo más grande que hay.

Por todo ello, deseo que todos los que os habéis parado a leer estas líneas y vayáis a asistir a Guadramiro el próximo fin de semana, disfrutéis mucho de las fiestas, y a los que estéis dubitativos os animo a acercaros, porque no os arrepentiréis.

¡Felices fiestas! ¡Viva Guadramiro!

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