OPINIóN
Actualizado 01/07/2017
Juan Ángel Torres Rechy

La identidad de los pueblos se edifica con base en estructuras simbólicas. Resultan múltiples y enriquecedores los signos decodificados por la persona y el ciudadano. Uno de los bailes del Perú es la Marinera. Una pareja manipula pañuelos blancos y el espectador no puede hacer nada más que admirar una estética resaltada. La liturgia dancística actualiza valores de la cultura profunda de un pueblo. El baile interioriza y expresa el cortejo del amor y la fuente de la paz.

En relación con este dispositivo de valor material e inmaterial, la convivencia entre las culturas debe ser parte del ejercicio de profesionistas cualificados y sensibles, dentro de gabinetes de gobierno. Debe ir acompañada de una pedagogía eficaz. Las narrativas sociales ponen de manifiesto códigos de conducta nuevos. Enriquecen los marcos de referencia. Revelan diferentes concepciones en torno a los individuos y la sociedad.

En definitiva, la Marinera, como todo proceso histórico creativo, resulta una fuente de cultivo de vida. A crea B y B transforma a A, quien después concibe a C. La Marinera lo mueve a uno a pensamientos y realidades altos. No pasa por nosotros sin dejar su huella. Tal tesela del mosaico del género humano abre puertas a dimensiones únicas, sustentadas y distinguidas por la tradición.

Fuente de la imagen: http://labohemianoche.blogspot.mx/2012/01/la-marinera-el-baile-de-la-seduccion.html

@torres_rechy

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