OPINIóN
Actualizado 25/06/2017
Redacción

La literatura documenta, a través de la belleza de la palabra y de esa revelación que supone el decir que arranca de la conciencia y de la inspiración, todos los arquetipos humanos que, a lo largo y ancho del mundo, se expresan en cada tiempo y en todos los tiempos, en cada cultura y en todas las culturas.

Ahora, que estamos releyendo una hermosa novela del realista decimonónico inglés Charles Dickens, que leyéramos ya en nuestros lejanos tiempos de muchacho, titulada 'Grandes esperanzas' y traducida al castellano por José Méndez Herrera, vuelve a aparecer la figura, la maravillosa figura del herrero José Gargery, inseparable del niño huérfano Philip o Pip.

Dickens trata enseguida una etopeya de nuestro personaje: "José era un hombre guapo, con rizos de rubios cabellos a ambos lados de su rostro suave, y ojos de un azul muy indeciso, que parecía estar, en cierto modo mezclado con lo blanco de ellos mismos. Era un individuo apacible, bondadoso, de carácter dulce, indolente y sencillo: una especie de hércules por su fuerza y también por su debilidad."

José está desposado con la hermana de Pip, que, a modo de gobernanta de la casa, los trae a raya a los dos, entre los que existe esa complicidad de los seres indefensos, pero que no han perdido esa armonía con el pequeño mundo del que forman parte.

Está por escribir lo que nos gusta llamar una historia de la bondad en el ser humano, en los seres humanos. Y la bondad ?bien lo sabemos, por desgracia? carece de prestigio en estos tiempos tan pragmáticos en los que la mayoría de la gente va a lo suyo, sin ningún tipo de escrúpulo.

Pues bien, habría que echar mano de la literatura para poder ir acopiando materiales para esa hipotética historia de la bondad, si nos propusiéramos, o se propusiera alguien, escribirla o documentarla algún día.

José Gargery, el herrero, pese a proceder de una familia en la que el padre maltrataba a la madre y al hijo, es decir, a él, no ha perdido esa nobleza de carácter, esa bondad, aunque tendría todas las razones y motivos para haberlo hecho.

Su propia esposa, tan dominante, al tiempo hermana del entrañable niño Pip, y tirana, merece a José, el herrero, su esposo, la mejor valoración, que expresa en uno de los más entrañables momentos en que se encuentra junto a Pip. Siente que ella, su esposa, "es un espíritu superior", al tiempo que él siente que no hace lo que debe junto a su mujer y preferiría él solo el que cargara con la cruz del dolor que siente en sus seres próximos ("quisiera ser solo yo el que sufriera"?).

El escritor mexicano Sergio Pitol, premio Cervantes de literatura, que ha vivido la experiencia de ser huérfano desde muy niño, tiene una gran admiración por esos niños huérfanos que pueblan y recorren las novelas de Charles Dickens; una de ellas es 'Grandes esperanzas'.

En ella, se encuentra Pip, uno de esos niños huérfanos, maltratado por los demás y por la sociedad. Pero en ella se encuentra también el herrero José Gargery, una de las figuras en las que, literariamente, podríamos documentar esa historia de la bondad en el ser humano, que está por escribir, pero que, también, ay, está por practicar.

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