OPINIóN
Actualizado 21/06/2017
Redacción

No debe estar demasiado claro qué es lo que significa esa palabra. Se invoca a todas horas pero no acabamos de ponernos de acuerdo qué lo es y qué no lo es. Hay asuntos que sí. Que no albergan dudas. Por ejemplo, nueva autovía, nuevo ave, un hospital nuevo y cosas así. Pero no son asuntos tan claros según y dónde.

Progreso es avance, mejora, cambio de vida, mayores ingresos, más cultura, más tiempo de ocio. Todo lo que pueda llevar a ese camino. El problema radica cuando esos caminos no son coincidentes con los intereses de ciertos (o de todos) los sectores. Una normativa aplicada a un solar que era de uso militar (cuando lo fue) para mejorarlo y beneficiar al vecindario, pues no parece ser aceptada por todos sin más. Y es que la norma (aunque sea para modificarla siguiendo el sentido del bien común), es la norma y vamos a hurgar en la tripa de los intereses oligárquicos. Por si las moscas. Cualquier industria que se acerque es mirada con lupa por si viene acompañada de molestias, cambios, o contaminaciones innecesarias. Y está bien. Pero como todo, tiene su mesura.

Nada es bueno ni malo (salvo contadas excepciones) por sí mismo. Todo intento de progreso debe pagar un peaje. Y ese peaje afecta más a unos que a otros. Por ejemplo, quien le es expropiada una pertenecía, o el más cercano al humo y el ruido del intento. Pero el avance siempre ha tenido estas cosas. Y aquí nos ha pasado todo por delante sin apenas olerlo. Nuestra mayor industria es la agrícola y ganadera y se nos puede morir de pasmo e incompetencia. Hay que ponerse las pilas para que no haya más páramos yermos, improductivos, viviendo sólo de la subvención. Si es eso lo que queremos (y permitimos tener). O propiciar que vengan empresas a explotar algo. Pero hagamos o dejemos hacer. Algo por lo que progresemos.

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