OPINIóN
Actualizado 21/06/2017
Juan Antonio Mateos Pérez

La fascinación por el arte religioso va más allá del imaginario de la fe, transmite unas sensaciones que abren a una experiencia similar a lo sagrado, las grandes iglesias no dejan indiferente a nadie. La desproporción del misterio no se expresa solo en el lenguaje religioso, también en el arte nos abre a esa realidad transcendente. La belleza no puede ser destruida, el arte nos ofrece un mundo que con sus símbolos van manifestando los conflictos y preocupaciones del hombre, mostrando un entramado fundamental de su existencia. "La humanidad puede vivir sin ciencia, puede vivir sin pan, pero sin la belleza no podría vivir más, porque no habría nada que hacer en el mundo. Todo el secreto está aquí, toda la historia está aquí". Los intelectuales del siglo XIX, pensaban que ni siquiera el Estado estaba en posesión del derecho de destruir sino, más bien, en la obligación de preservar para futuras generaciones las grandes obras de arte.

En la madrugada del uno al dos de abril de 1854, en plena Semana Santa, un incendio casi destruye la Iglesia de San Martín, una de las más significadas de la ciudad de Salamanca[2]. Entre la una y las dos de la mañana, uno de los serenos dio la voz de fuego, poco tiempo después las campanas de la ciudad anunciaban la desgracia, acudiendo todas las autoridades, así como el obispo de la Diócesis a las inmediaciones de la iglesia. La fuerte luz del incendio no solo iluminó a la ciudad que dormitaba, el resplandor se observó hasta quince kilómetros en los pueblos más cercanos, donde en alguno se tocaron también las campanas.

El incendio comenzó por el presbiterio y el retablo de la Iglesia, el miedo de todos era que el fuego no se extendiese a la plaza y las casas contiguas. En la ciudad, como en casi todo el país no existía todavía servicio de bomberos, fueron los salmantinos los que reaccionaron para salvar la iglesia, la gran cantidad de personas que acudieron y la suerte de ser una noche sin viento, se pudo salvar parte del templo. Poco se libró de las llamas, las alhajas de la sacristía, el archivo parroquial y varios objetos de las naves laterales. El fuego se consumió, el altar mayor y el de la capilla de los condes de Grajal, así como una Sagrada Familia de Luis Salvador Carmona, la Dolorosa de José de Lera y un lienzo de Felipe del Corral, como objetos destacados de gran valor artístico.

De todo lo perdido, queremos subrayar el retablo, por su gran valor artístico, realizado en 1635 siguiendo las nuevas directrices del Concilio de Trento para resaltar el Sacramento de la Eucaristía. En él trabajaran de forma conjunta, Antonio González Ramiro, Esteban de Rueda y Antonio de Paz, siguiendo las trazas esbozadas por Juan Gómez de Mora. Antonio González Ramiro, auténtico empresario, realizará y ensamblará los principales retablos salmantinos del siglo XVII, ganó el concurso para el retablo de San Martín, al que fueron convocados los mejores maestros castellanos, pasando a papel las ideas propuestas por el arquitecto real, Juan Gómez de Mora[4]. El retablo constaba de tres pisos, con la canónica superposición de órdenes: Toscano, jónico y corintio, algo excepcional en los retablos de la época. La calle central y las laterales se disponían en situación avanzada, mientras las entrecalles se organizan en situación de repliegue. El ático se generaba por el desarrollo en altura del cuerpo central que sobresale por encima de las calles laterales, enlazándose con ellas mediante aletones. El retablo tenía siete grandes esculturas, que saldrán de las manos de Esteban de Rueda y Antonio de Paz, al igual que los relieves del retablo: San Pedro y San Pablo en el primer cuerpo y dos profetas sin determinar en el segundo; los relieves, se situaban en el medio cuerpo, representaban a de San Martín, entregando la capa al pobre y en los laterales, vida y milagros del santo; se realizarán también un San Cristóbal y un San Bartolomé. Se añadieron dos ochavos con las figuras de San Juan Bautista[6] y Santiago, un relieve del Padre Eterno rodeado por una gloria de ángeles en el frontón del ático y unos mancebos o virtudes recostadas en el remate. El afamado retablo se terminó en el año 1675, con un coste total de 38.400 reales, muy por encima del presupuesto acordado en 18.000. Aunque desapereció en el incendio, su traza e iconografía quedará grabada en el imaginario religioso de Salamanca, influyendo en los nuevos retablos que se realizarán de la ciudad y su alfoz, incluso imitándolo como será el caso de la iglesia de Sancti Spiritus[8].

Pocos días después, el 17 de abril, el obispo de Salamanca, Don Fernando de la Puente y Primo de Rivera, presente en el incendio, publica una "Carta Pastoral" , subrayando el disgusto de toda la ciudad: "?por su venerable antigüedad, por su situación topográfica, por su sólida construcción, por el número y la calidad de sus feligreses, por el celo y esplendor de su culto, estaba reconocida como una de las principales, entre las muchas que posee esta religiosa ciudad, debía por tanto conservarse en el próximo arreglo Parroquial, ya no existe. En pocas horas sus altares, su coro, su órgano, sus armaduras, sus alhajas, todo ha sido pasto de las llamas?". El clamor de la destrucción de San Martín, se sumaba las ruinas de una ciudad devastada unos años antes por la Guerra de la Independencia. Comentaba el obispo la destrucción no solo del templo, sino del lugar donde se reunían cofradías y hermandades para conferenciar sobre los sus asuntos y el culto del Santísimo, así como imágenes perdidas como la Virgen de los Dolores (Angustias): pero reservad vuestro llanto más señaladamente para aquellas precisas imágenes a que rendíais un culto especial, en la devota novena de María Santísima de los Dolores; para los Altares donde ofrecíais vuestras rendidas y fervientes súplicas al Señor, recibiendo en cambio el pan de vida; y para el Templo todo, que era no menos casa común de los files, que morada de Dios de las alturas.

La tristeza no se quedará en lamento, el obispo da las gracias por la reacción de la feligresía de San Martín, así como de toda la ciudad para devolver a la Iglesia de San Martín todo su esplendor. Publicada la Carta Pastoral, se abrirá una subscripción para la reedificación del templo, las donaciones se publicarán en el Boletín Eclesiástico de la Diócesis. Encabezará la subscripción el propio obispo con la contribución de 10.000 reales, así como el propio Párroco de San Martín con 2.000 reales[10]. Muchos feligreses realizarán importantes donativos como D. Cayetano Lurasqui, D. Francisco Velayos, D. Valentín Brusi, D. Agustín González, D. Facundo Domínguez, Joaquín Carabias, Ramón Alcalá, etc. Es significativo que participara toda la feligresía, aunque fuera con pequeñas donaciones, contribuyendo con la cantidad de 37.000 reales de los 71.388 que costaba el proyecto presentado por Tomás Cafranga, aunque la reconstrucción la realizará el arquitecto José Secall al fallecer el primero. El resto del dinero saldrá de los sufragios realizados por otras parroquias de la ciudad y del alfoz, así como donaciones particulares de numerosos ciudadanos consternados por el incendio, en julio del año 1855 los ingresos ascendían a 84.119 reales, aunque los gastos serán en esa fecha de 84.252 reales, en jornales y materiales.

Llama la atención que no aparece ningún donativo de las instituciones de la ciudad, no así de los diferentes gremios y cofradías, que ofrecen materiales para la obra o se ofrecen para trabajar gratuitamente. Es el caso Antonio Piñuela, aguador de la parroquia de San Román, que se ofrece acarrear arena dos días con dos caballerías. El gremio de labradores de la Puerta Zamora y del Corral de San Marcos, acudirán con sus propios carros y extraerán durante tres días la gran cantidad de escombros que había en la Iglesia después del incendio. Ricos y pobres, Joyeros, obreros, constructores, donativos de Parroquias y cofradías, todos con el mismo objetivo, salvar y reconstruir la centenaria Iglesia de San Martín. Posiblemente todos con una gran sensibilidad religiosa y artística, al igual que aquel batallón intelectuales armados que salvaron Notre Dame de la Comuna de París, muchas de estas personas de diferentes condiciones defendieron la reconstrucción de la Iglesia, en nombre de su larga historia, espacio muy significado en la mente de los salmantinos, o tal vez, nombre de unos valores estéticos eternos que habían desarrollado desde sus prácticas religiosas. En poco más de dos años, la iglesia abrirá de nuevo al culto religioso.

En la reconstrucción de la Iglesia, tendrá un papel destacado y fundamental la Cofradía del Santísimo Sacramento de San Martín, la más importante de la ciudad y con una larga historia. Los decretos de Trento sobre la Eucaristía favorecieron la creación o el desarrollo de las cofradías sacramentales. Sus prácticas piadosas se centraron en el rezo de las cuarenta horas para honrar a Cristo en su tumba desde el Jueves Santo hasta el Sábado de Gloria, es decir, en la reserva eucarística del Monumento de Semana Santa. En el año 1592, Clemente VIII las transformó en adoración perpetua ante el Sacramento expuesto en el altar, es así como se generalizaron custodias, tabernáculos, sagrarios y expositores se convertirán en los protagonistas de las diferentes iglesias en el mucho católico, incluso por delante de las imágenes. La Cofradía del Santísimo de San Martín, desde sus orígenes, tendrá una gran autonomía económica, ya que será la principal propulsora de las actividades extra-religiosas de la fiesta del Corpus, ya que había sido fundada bajo dicha advocación. La fiesta comenzaba a celebrarse el jueves por la noche del día del Corpus Chisti[12], con toros, obras teatrales, autos sacramentales, fuegos artificiales, etc. La Cofradía invertía una gran cantidad de tiempo y dinero y sus mayordomos, contrataban a carpinteros, ensambladores, entalladores, maestros de arquitectura, ingenieros y pintores para realizar las figuras y tablados que servirían de soporte a toda una serie de arquitectura efímera para los fuegos artificiales, obras de teatro, además de fabricar el corral de los toros.

La Cofradía del Santísimo seguía siendo muy importante en el siglo XIX, se asentaba en el presbiterio de la Iglesia, por privilegio concedido por Bula, como podemos apreciar en el retablo barroco del siglo XVII en la nave del Evangelio. Su tesorería era muy importante y, al estar presidida por el Párroco de San Martín, se desviará gran cantidad de dinero de la misma para adecentar la Iglesia con la compra de retablos e imágenes como podemos observar en su libro de fábrica. Además, la Cofradía será la heredera del patrimonio de otras Cofradías que tenían su sede en la Iglesia de San Martín, como la Glorioso Patriarca San José o la del Dulce nombre de Jesús, la primera perderá todo su patrimonio en el incendio y sus miembros ingresan en la del Santísimo, donando las joyas que se salvaron, que se dedicaron a las necesidades del templo[14]. La cofradía se encargará de buscar un retablo más digno para la iglesia, ya que el que se colocó procedente del monasterio de San Pedro de la Paz, era muy pequeño para la iglesia. Con lo que se gestionará el del antiguo Colegio de San Bartolomé realizado por Churriguera, situado en la Iglesia de Tejares, así como comprar un cuadro de San Martín para el mismo. Se decide emplear sus fondos para adquirir un nuevo órgano, ya que el anterior se había perdido en el incendio, con lo que se destinarán 1500 reales para comprar el que fue de los Padres Jerónimos de Alba de Tormes[16], que se hallaba sin usar en la Clerecía. Se buscarán nuevas esculturas para el culto de la iglesia, tanto en los pueblos de la provincia, como que llegaban a la catedral de iglesias desaparecidas o desamortizadas. Arreglos de cubiertas y tejados, reformas de sus muros y estancias, todo correrá a cargo de los fondos de la cofradía. Dos cofrades de la misma, D. Ignacio Cuadrado y D. José Herrero, de forma privada, regalarán a la parroquia el Tabernáculo que luce el altar mayor de la iglesia, constando más de 3.000 reales. La Cofradía también corrió con los gastos de fundir la campana mayor de la iglesia en 1852, para realizar la campana del afamado reloj parroquial, hoy desaparecido. Por la misma, los hermanos cofrades que fallecían tenían derecho de toque en sus funerales.

Es muy importante conocer para prevenir, conservar y restaurar nuestro rico patrimonio, muy mermado por las guerras del pasado, la desamortización, la industrialización y crecimiento de las ciudades. No le corresponde solo a las instituciones velar y conservar estas iglesias cargadas de arte y de fe, sino a todos los que vivimos y compartimos en la ciudad. Por ello, los días 25 y 26 de junio se va a proyectar en la iglesia de San Martín de Salamanca el vídeo "Tesoro escondido", elaborado por un equipo de amantes y expertos en arte de la Unidad Pastoral Centro Histórico de Salamanca (Purificación Álvarez, Ana Castro, Carmen Ingelmo, Flor González, Francisco José Jaspe y un servidor), los párrocos de la Unidad, Antonio Matilla y Poli Díaz, con la colaboración de los sacerdotes Tomás Gil y Juan Andrés Martín, impulsores del grupo diocesano de Fe y Arte. El domingo 25 de junio el audiovisual se proyectará a las 18.00 horas y al día siguiente, a las 20.30 de la tarde.

El trabajo, que podemos disfrutar esos dos días, es una propuesta evangelizadora que la Unidad Pastoral ofrece a toda la ciudad de Salamanca; el primero, de otros posibles estudios de las parroquias que integran la Unidad Pastoral Centro Histórico: La Purísima, San Sebastián, San Julián y San Martín.


[1] DOSTOYEVSKI, F. Barcelona, Planeta, 1984 Tercera parte. Cap. 1, Sec. IV

Álbum Salmantino, Tomo 1, 10 de abril de 1854, pp. 153 ? 156; 16 de abril de 1854, pp. 170 ? 174; La España, 7 de abril de 1854, p. 2.

[3] DORADO, B., Historia de la Ciudad de Salamanca, Salamanca, Imprenta del Adelante, 1861. pp. 550 ? 551; La Provincia, 31 de marzo de 1867, p. 4

RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS, A. y CASASECA CASASECA, A.: "Antonio y Andrés de Paz y la escultura de la primera mitad del siglo XVII en Salamanca". Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología:, T. 45, 1979, pp. 387-416

[5]RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS, A.: "El retablo barroco en Salamanca: materiales, formas, tipologías". Imafronte (Universidad de Murcia), nº. 3-5, 1987-1989, pp. 225-258

Es posible que el San Juan Bautista del museo Provincial de bellas Artes de Salamanca,? que parece provenir del calcinado retablo de San Martín, siendo el único fragmento que se salvaría. guarda más similitud con el San Juan Bautista de Benafarces, también Esteban de Rueda realizó el San Juan del convento del Carmelo de Tordesillas, ver VASALLO TORANZO, L.: "Esteban de Rueda tras la muerte de Sebastián Ducete" Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, T. 64, 1998, pp. 337-364. RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS, A. y CASASECA CASASECA, A, o. cit., p. 12

[7] RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS, A. y CASASECA CASASECA, A.: "Antonio y Andrés de Paz y la escultura de la primera mitad del siglo XVII en Salamanca", o. cit., p. 11 y ss.

Ibíd., p. 12.

[9] "Carta Pastoral del Excmo. e Ilmo. Sr. Obispo, con motivo del incendio de la Iglesia Parroquial de San Martín de Salamanca" Boletín Eclesiástico del Obispado de Salamanca, 21 de abril de 1854, pp. 121 ? 125. También en El Católico, 25 de abril de 1854, p. 1.

Boletín Eclesiástico del Obispado de Salamanca, o. cit., se irá publicando en los diferentes números los los contribuyentes, parroquias, donativos materiales, etc.

[11] MARTÍNEZ FRÍAS J. M., "Iglesia de San Martín" en AA. VV. La Plaza Mayor de Salamanca. Antecedentes Medievales y Modernos de la Plaza I. Salamanca, Caja Duero, 2005, p. 172

CARABIAS TORRES, A. M.; LORENZO PINAR, F. J; MÖLLER RECONDO, C.: Salamanca: Plaza y Universidad, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2005, pp. 98 ? 99, 104. Destacamos también a LORENZO PINAR, F. J., Fiesta religiosa y ocio en Salamanca en el siglo XVII (1600-1650). Salamanca, Universidad de Salamanca, 2010, p. 110 y 216.

[13] ADSA (Archivo Diocesano de Salamanca), Libro de fábrica de la Cofradía del Santísimo de San Martín

423/ 94

Ibíd., Acta del año 1864.

[15] Ibíd., Acta de Junta Extraordinaria del día 8 de agosto de 1869

Ibíd., Acta de Junta extraordinaria del día 19 de abril de 1875

[17] Reglamento de la Cofradía Sacramental de San Martín de esta ciudad de Salamanca, Salamanca, Imprenta Comercial Salmantina, 1943, p. 6.

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