OPINIóN
Actualizado 17/06/2017
Juan Ángel Torres Rechy

El pijama (del ingl. pyjamas, este del hindi pā[e]ǧāma, y este del persa pā[y]ǧāme 'prenda de pierna', nos ilustra la Real Academia Española), el pijama, decimos, encierra más misterio de los que nunca nos hemos detenido a meditar. Prenda grata al tacto, desenfadada, doblada convenientemente y puesta bajo la almohada, o tirada sobre la cama, el pijama se reviste de una nutrida narrativa, cuya semántica apela directamente a la epidermis, el sueño y la identidad.

Antes de proseguir, sin embargo, debemos reparar en un aspecto sensible. Ese dispositivo textil implica a una clase social solvente. Los niños de las calles, los de debajo de los puentes de la Ciudad de México, no tienen uno. Al Gobierno no le alcanza para comprárselos. Bueno, ahora sí sigamos adelante. El pijama no es cualquier cosa. Como lo hacen las luces del semáforo, él indica un estado de ser de la persona. Ya está en casa. Ya se quitó los zapatos. Ya puede dejar de pensar en el trabajo. La luz verde del reposo se ha encendido (para la persona que vive con la conciencia en paz). El entorno hogareño sabe que el hombre empijamado ha entrado en modo relax (cuando digo 'entrar en modo relax' no quiero ofender la alta dignidad de nuestra lengua.) El hombre empijamado, por este día, ya la hizo, o sea, ya cumplió con su deber.

Echo una mirada por Google Académico y encuentro la cita: «Cada cuánto hay que echar a lavar un pijama? de Luis Piedrahita» (por otra parte, encuentro un video de este autor, a propósito de su libro, en YouTube). En un artículo de la Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, se lee bajo la pluma de Juan Medrano, sobre «La importancia de la ropa»: «Desterrada la camisa de fuerza, probablemente sea el pijama la indumentaria que más rápidamente remite a la condición de enfermo». En una obra de I. Conrado se contienen estos versos: «Encontré una nota en el salón de casa. | Precisa. Esencial. | Todo estaba ahí. | Ahí estaba todo. | Tu sándwich está en la mesa. | Siete años de amor.» (Cito su poema porque en la contraportada del libro él aparece en pijama.)

¡Qué lujo los pijamas!

torres_rechy@hotmail.com


[1] Las posibilidades, usando léxico de Borges (autor conmemorado este año por la RAE), son infinitas: doblada y guardada en el armario, metida en un cajón a la fueraza, etc.

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