OPINIóN
Actualizado 13/06/2017
Fernando Robustillo

Amigo Ignacio, tú no quisiste matar a la muerte, sino ahuyentarla. Defendías la vida y entraste en el infierno para sacar a una pobre mujer cuyo delito era ser un ser humano, nada más. Y lo hiciste con lo que tenías más a mano, o más a pie, un monopatín,

Tú, Ignacio, en país lejano nos honras a todos, a musulmanes, a cristianos... Eres un héroe al que solo le faltó ser un héroe vivo. Tus amigos te vieron caído en el suelo y no pudieron hacer frente a las medias lunas metalizadas, pero señalaron que la vida aún no se había marchado de tus ojos...

LA AGONÍA

Viajas a través de la muerte
y en una mirada a los campos
divisas que se esfuman los cortejos
de racimos plateados por la luna.

Los sientes como sientes el embozo
en el que exudas géiseres de sangre,
gripe alada que acabará pasando
hacia la neblina de una noche helada.

No duermes aún, no debes,
has de exprimir el tiempo de aliento
en esas sábanas de asfalto.

Tiempo que no llega a tiempo,
ya eres un mar sin olas
de espuma petrificada.

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