Imágenes y textos: Carlos Blanco
Amapola. Papaver rhoeas L.
Cada estación es una fiesta pero, para mí, el otoño y la primavera lo son de manera especial. Muchas son las ansias por llegar y asomarnos a este balcón en que las espigas deberían granar aún sobre verdes mares de interior. Los sentidos prenden en deseos para expandirse ante tanto colorido, tantos sonidos, aromas, sabores y caricias. La aldaba de la puerta del verano suena con un ímpetu inusual y nadie sabe quién la golpea, ¿o tal vez sí?... Nos invade la impaciencia. El sofocante calor pone a paso ligero todo atisbo de vida. Es una pena, pero ya no está de moda el paciente ritmo a fuego lento del puchero para un guiso con tan extraordinarios ingredientes.
Las plantas, resignadas ante la falta de humedad, se inclinan hacia la tierra de la que nacieron. También lo hacen las aves y el resto de animales que la habitamos. ¿Dónde el frescor de una sombra?... ¿Dónde el agua que todo lo revitaliza?... A este ritmo la factura ha de ser cara pero, "andando y aprendiendo" ?que decía mi abuelo.
"Foguetes"(1) anuncian esta fiesta estacional sobre campos deseosos por esponjarse. ¡Larga será la espera! Surge la vida aunque, hoy más que nunca, pende de un hilo. Lo sabemos, pero el calendario y el sacristán se han adelantado a la solemnidad. ¡Lástima!... Mayordomos, madrinas, monaguillos, oficiante y resto de invitados procesionan a la carrera, con la Santa Primavera sobre sus andas, dando bandazos y a ritmo de reguetón, para que vuelva a ocupar su ara, cuanto antes. Los ramos que la engalanan se ajan y, por el recorrido, miles de pétalos quedan desparramados, fosilizados sobre el asfalto.
Poco queda de aquellas amapolas en llanuras, laderas y cunetas. Este año me han parecido menos abundantes, pero las pocas que he visto han seguido despertando los recuerdos de mi infancia. ¿Dónde están aquellos trigales repletos de ellas en los que nos metíamos hasta la cintura, para apañar un puñado de espigas de trigo "cabezorro"(2), _aún verdes y ya granadas? Luego, "amochados"(3,) las degustábamos entre los surcos o en la linde, tratando de evitar el "bochinche"(4) del dueño...
Para la fiesta
mantilla negra y rojo.
Flor de amapola.
Se me asemejan a las madrinas de las fiestas, con sus peinetas, sus velos negros, con sus vestidos rojos y vaporosos, encendidos de pasión. ¡Las amapolas, siempre tan puntuales en cada celebración primaveral! Las pocas que aún quedan van dejando paso a la dorada avena, al delicado azul de la achicoria, al gordolobo, al hinojo?
Un runrún poético se despliega sobre mí, como alas de golondrina, y hace que evoque versos _ahora transformados_, versos que aprendí de memoria por aquel entonces?
Las amapolas
Volverán encarnadas amapolas
a engalanar los campos y a granar
entre trigos, cebadas y centenos;
seguro, volverán.
Aunque aquellas que al borde del camino
primaveras pasadas fueron ya,
aquellas que admiraron nuestros ojos,
¡esas? no volverán!
Dormirán sus semillas en la tierra
y, de nuevo, el milagro surgirá
como el sueño que aguarda convertirse
al albor hacerse realidad.
Que cada estación sea lo que en realidad es. Todos formamos parte de ellas y mucho tenemos que ver para que así sea. No sirven lamentos, os lo aseguro.
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