Monseñor Salvador Piñeiro y Leuridan, con el libro


OPINIóN
Actualizado 11/06/2017
Redacción

Cedo mi columna de esta semana para difundir un extracto del libro "El sentido de las dimensiones éticas de la vida" (Fondo Editorial de la Universidad de San Martín de Porres, Lina, 2016), del Dr. Johan Leuridan Huys, Decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, Turismo y Psicología de la USMP. En la presentación del mismo, celebrada el 22 de noviembre del año pasado, intervinieron, además del autor, Monseñor Salvador Piñeiro, presidente de la Conferencia Episcopal Peruana; Fray Juan José Salaverry, Prior Provincial de los Dominicos en el Perú y el Dr. Luis Arista Montoya, investigador y ex Director del Instituto Nacional de Cultura.

El extracto se encuentra en las páginas 350 a 353 del libro. (A.P.A)

LAS CIENCIAS Y LAS TECNOLOGÍAS NO SON CAPACES

DE GENERAR UNA ÉTICA

Los filósofos de la liberación ven a la ética como un tema de la economía y la política, la ética depende del cambio de las estructuras. Los del utilitarismo la ven como un cálculo. La filosofía analítica define el comportamiento del hombre a partir del resultado de las ciencias. Patrick Loobuyck opina: "La causa final de Aristóteles, que dominó desde el siglo doce hasta el siglo diecisiete como modelo de explicación, es considerada en el tiempo moderno como una ficción, tirada al tacho de basura y reemplazada por la causalidad mecánica" (Loobuyck, 2013: 63).

Es evidente que la problemática actual en la ética de los pueblos, la pérdida de los valores, se debe al desarrollo unilateral e impositivo de las ciencias y las tecnologías.

Esto nos obliga en primer lugar a superar la filosofía del materialismo que reduce todos los ideales a productos ilusos de la naturaleza.

Tampoco el progreso de las ciencias es automáticamente la fuente del progreso de la política y de la moral. El progreso de la educación no garantiza el progreso moral. El progreso de las ciencias y la tecnología no nos asegura contra la barbarie. Cuanto más instruido eres, tanto más inmoral puedes ser. La educación no se limita a la transmisión de conocimientos científicos. Ella es también transmisión de los valores que no pasan por la ciencia.

El progreso científico favorece al hombre pero también puede voltearse en contra de la humanidad. Puede llegar a amenazar la existencia misma del hombre. El progreso científico no es una garantía de una mejor vida: las manipulaciones genéticas, la polución nuclear, Hiroshima, Nagasaki, la contaminación del mar en Japón, Chernóbil, la ecología, una economía con pobreza, etc. El biólogo puede demostrar que fumar hace daño a la salud pero no puede prohibir que se fume porque los valores no son científicos. "Por otra parte, cualquier solución técnica que pretendan aportar las ciencias será impotente para resolver los graves problemas del mundo si la humanidad pierde su rumbo, si se olvidan las grandes motivaciones que hacen posible la convivencia, el sacrificio, la bondad" (Francisco, 2015: 153).

Jürgen Habermas señala que la deconstrucción de la razón señalada por Nietzsche no afectó a la ciencia. Los conceptos éticos quedan reemplazados por los científicos pero las ciencias verifican los "datos" y no los "valores". El conocimiento se limita al científico, quedando vedado el conocimiento de los valores. La inteligencia forma parte de los procesos cerebrales. El conocimiento del "bien" y la "verdad" en el pragmatismo es el producto del entorno material y social. En este caso no se conoce la verdad y el bien sino intereses y utilidades como productos de las acciones.

Repetimos la objeción de Luc Ferry: "¿Para qué sirven nuestras protestas si están escritas de toda eternidad en la realidad de la misma manera como las cosas a las cuales se oponen?". La filosofía analítica elimina al hombre. Desconoce la riqueza de la libertad que orienta a cada instante las acciones del hombre de acuerdo a los valores o virtudes.

Los gobiernos han dado a la ciencia y a la técnica una función ideológica que logró eliminar la dimensión comunicativa o moral de la sociedad.

Se cree ahora que el desarrollo de la ciencia y de la técnica lograrán satisfacer a los hombres. La política del desarrollo se daría por medio de la solución de los problemas técnicos.


"El hombre no puede vivir sin poder emitir juicios ciertos sobre el comportamiento que el otro tiene con él" (Giussani, 1987: 25-48). El mundo científico considera que la única certeza es el cambio permanente, pero la certeza moral es el problema capital de la vida como existencia personal. Solo se puede uno fiar del otro cuando ambos buscan el bien. Las personas que reciben una formación solo de agresividad, para luchar por todos los medios contra los otros, son diferentes de personas que reciben una formación para servir a los demás.

Habermas da una respuesta por medio de su teoría de la comunicación. Mientras que la acción técnica exige aprendizaje de las ciencias y de las técnicas, la acción comunicativa exige apropiarnos de las normas morales y configurar nuestra personalidad. La realización de la buena vida no puede hacerse desde la técnica.

Habermas sostiene que existen también las relaciones entre los hombres y no solo la relación del hombre con la producción material. Afirma que vivimos en una época posmetafísica. No se puede dar una definición metafísica del bien. Una concepción del bien no puede ser captada universalmente, como ya lo había afirmado Kant. Habermas plantea una ética de normas frutos del consenso en lugar de una ética de ideales o valores. Tampoco está de acuerdo con los juicios puros a priori de Kant. El deber o la obligación no está en la persona o en su conciencia sino en los procedimientos. El contrato entre los hombres es un proceso en el cual cada uno se busca un consenso. El lenguaje ayuda a lograr el consenso. Para Habermas el lenguaje es anterior a la mente y a la actividad intelectual, y asume de esta manera la filosofía analítica dentro de su teoría de la comunicación.

La filosofía de Habermas elimina la conciencia libre de escoger, que es la base de la ética. Las instituciones del Estado, el Congreso de la República, convierten los acuerdos o derechos en leyes. De esta manera ya no hay diferencia entre derecho natural y derecho positivo, y el discurso moral se convierte en un discurso jurídico. Las leyes formuladas por el Congreso de la República imponen la obligación. Esta obligación legal no surge por la conciencia sino por el poder coactivo. Aristóteles sostenía que el acto moral implica una moral intencional o del interior de la persona. Esta debe actuar sabiendo lo que está haciendo de una manera decisiva. Debe escoger libremente su acto. Sin intención la ética se respeta solamente por miedo de la sanción. Como dice Martha Nussbaum, las partes no conocen un amor intrínseco por la justicia.

Adela Cortina asume el procedimentalismo de Habermas pero lo critica en cuanto "la ética del discurso" está exenta de valores. Ella considera que el procedimentalismo incluye inevitablemente los valores. No es neutral (Cortina, 2011: 309).

Las tecnociencias pueden dañar. Solo pueden ser limitadas o controladas por otra instancia, la autoridad política del Parlamento. El Estado debe pronunciarse sobre las ciencias que pueden dañar. Sin embargo, la mayoría del Parlamento también puede equivocarse y ser injusta. La mayoría no garantiza la justicia. Los hombres han delegado el poder de decisión a los parlamentarios pero no han delegado los valores. La mayoría en el Parlamento no es el fundamento de la ética. Por este motivo los filósofos, con excepción de Kant, consideran que se puede cuestionar a las autoridades. La justicia está por encima de cualquier decisión de la mayoría. La ética tiene prioridad sobre la técnica y sobre la política. El espíritu es superior a la materia. La persona tiene supremacía sobre las cosas. La corrupción es el peor enemigo de la pobreza.

¿Cuál es entonces el fundamento para los valores?

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

Jurgen Habermas, Ciencia y técnica como ideología (Trotta, Madrid, 2013)

Adela Cortina, "Ética discursiva y educación en valores", En: Tolerancia III: Ética y política (Alegría, patrón y Tubino, eds., PUCP, Lima, 2011).

Luigi Giussani, El sentido religioso (Encuentro, Madrid, 1987)

Luc Ferry, Apprendre a vivre (Plon, Paris, 2009)

Francisco, Encíclica laudatio Si (Editorial Paulinas, Lima, 2015)

Patrick Loobuyck, De seculiere samenleving (De Linkerover Uitgevers, Antwrpem, 2013)

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