LAS VILLAS
Actualizado 04/06/2017
Víctor Sánchez

El director del instituto de Babilafuente se marchará el próximo curso tras dos décadas enseñando a los jóvenes de Las Villas

Veinte años después de llegar al centro, justo cuando este abrió sus puertas, y cinco desde que asumió el cargo de director, Fernando Vázquez Mourelo (Cacabelos, 1965) se marcha del IES Senara en busca de nuevos retos. Continuará enseñando en Madrid, dejando un recuerdo imborrable en Las Villas. Bajo su dirección, el centro educativo se ha abierto a la comarca, estrechando lazos con ayuntamientos, empresas e instituciones, llevando la educación más allá de las aulas.

¿Por qué ha decidido marcharse?

Pues en principio por razones personales. Mi vida personal me obliga a trasladarme, mi familia, mis hijos. También porque después de veinte años uno siente que ha cerrado una etapa. Lo cuento muchas veces. Ya estando dos o tres años de director, alguien hizo una observación. Hablaba de mí y en ese momento yo sentí que había pasado a ser parte del paisaje. Es decir, ya nadie se imaginaba que yo no pudiera estar. Eso me hizo pensar. Llevas veinte años aquí y te has integrado de tal manera que dices ¿qué hay más allá? Y yo soy un tío de retos, necesito que la vida me traiga cosas.

Hay otra cuestión. Llevo en Salamanca desde el año 1983. Yo vine aquí a estudiar, no soy de aquí. Vine de carambola, en realidad tenía que haber ido a estudiar Bellas Artes a Madrid. Abren la facultad en Salamanca y deciden que todos los castellanoleoneses que habíamos pedido plaza en la Complutense de Madrid nos teníamos que venir a Salamanca. Yo vine como cualquier chico, pensado 'cinco años aquí'. Pero yo siempre me había querido ir a Madrid.

Entonces, digamos que se han unido todas las circunstancias. Mis hijos son mayores y ha llegado el momento de emprender una aventura nueva.

¿Cómo recuerda su llegada al IES Senara?

El instituto resultaba un artefacto extraño con respecto al lugar. Me sorprendió porque el instituto tiene un aspecto muy urbano y hace veinte años Babilafuente era más pueblo de lo que es ahora. Con respecto a mí, era trabajar en el lugar en el que vivía. Estuve en Salamanca primero como estudiante y ya viviendo con mi familia, pero nunca había tenido la experiencia de trabajar como docente aquí. Recuerdo lo impactante del contraste del instituto con la zona y estar un poco expectante viendo cómo era trabajar en Salamanca.

¿Qué situación atraviesa el instituto? ¿Corre peligro?

Castilla y León tiene un problema demográfico. La ventaja que tiene respecto a lo educativo es que tenemos pocos chicos y chicas en los institutos, lo que permite tener grupos pequeños y atenderlos mejor. También supone que no podemos contar con todos los recursos que necesitamos. En ese sentido, se habla a veces de los centros rurales como centros que hay que racionalizarlos, que hay que hacer una planificación de los mapas escolares. Lo cierto es que hasta el momento, tanto desde los centros de primaria como en los centros de secundaria y desde las Administraciones educativas, en lo que yo tengo de experiencia como profesor y director, es que todos los centros se están sosteniendo y se está procurando que todo el mundo tenga los mínimos de recursos, de materiales y de profesorado para que el sistema educativo no se colapse en las zonas rurales.

Al tener tan poco alumnado, Castilla y León se lo puede permitir y hacer una inversión en el gasto de la educación. En segundo lugar, ahí están los informes PISA, sostener todo esto está dando resultados.

Este centro, desde mi punto de vista, no corre ningún peligro si las cosas siguen como están. También creo que hay otra cuestión en la que debemos seguir trabajando, que el alumnado se plantee hacer el recorrido completo, estudiar la secundaria y concluir el bachillerato. Esa es la herramienta más poderosa para hacer que este centro tenga sentido. Y el centro tiene que seguir siendo un centro de referencia y dinámico, que se siga trabajando en innovar en la metodología, en las cuestiones de evaluación y en los recursos que se emplean para enseñar. El centro en estos años se ha hecho una reputación muy positiva, de trabajo con los centros de primaria, de crear sinergias con las instituciones. Ahora mismo es un centro que la gente que no está aquí sabe de él.

¿Qué legado cree que deja en el instituto?

Como cualquier profesor o profesora que esté 20 años en un centro, con poquito que le guste su profesión, no puede ponerse de perfil. Aquí he sido profesor de plástica, de dibujo, de teatro, jefe de estudios, coordinador de convivencia, coordinador de actividades extraescolares, tutor, consejero desde el primer Consejo Escolar; he estado en muchas cosas. No tiene nada de extraordinario, no es que yo sea nada especial, soy un tipo que se compromete con lo que hace en su profesión y en su vida particular, que le gusta vivir las cosas intensamente. Yo no sé qué legado dejo.

Siempre vienen a mi mente los profesores que yo tuve en el instituto y en el colegio. Pertenezco a una época en la que la comunicación era un lujo. Los profesores de instituto, que la mayoría no eran de allí, para los que estábamos estudiando eran ventanas a otros lugares y eran referentes éticos, es decir, tenías un catálogo de los distintos modos de estar en la vida. Para mí no solo era importante lo que nos contaban en clase, sino el cómo se construían esas clases y lo que se leía entre líneas, la actitud personal. He tenido siempre en mi mitología personal a esos profesores. No quiere decir que yo quisiera se profesor por esto, pero los tengo ahí. Yo espero haber dejado un legado semejante al que esos profesores y compañeros han dejado en mí.

Por lo demás, he dejado aquí pasión, trabajo, compromiso, lealtad a este sitio y probablemente muchos disgustos y desencuentros. Comparto con la gente que ha traído aquí a sus hijos muchas cosas. Me llevo un recuerdo imborrable de esta etapa de mi vida.

Uno de sus grandes objetivo ha sido la proyección al exterior del instituto

Sí, es muy importante. En el mundo en el que vivimos todo es red y ser visible facilita el alcanzar objetivos. Tiene que ver con trabajar desde la empatía y desde la conciencia de que todos podemos hacer algo por poco que sea por nosotros mismos y por otros, que compartimos mucho más de lo que pensamos que compartimos. Todos los centros tienen que dar visibilidad a su trabajo más allá de las aulas y más allá de lo que el alumnado se lleva en sus mochilas. En España, la educación no es un valor como debería de ser, es motivo de tertulias, de titulares y los padres se preocupan por la educación de los hijos, pero yo creo que todavía no somos plenamente conscientes de lo importante que es esto. Esto es el futuro del país, no solo porque tengamos gente que trabaje, sino porque tengamos gente que trabaje con calidad y porque tengamos personas de calidad, verdaderamente democráticas, comprometidas, dispuestas a arrimar el hombro. No solamente gente que se preocupe por ganar mucho dinero o porque enriquezca al país, hay que ir mucho más allá de todo eso, hay que crear una ética. En eso los centros tenemos un papel determinante. Hemos trabajado en que se vea eso, que hay un más allá de las aulas. Que los padres lo puedan conocer y que se pueda compartir con otros lugares. Si tú muestras lo que haces a otros, les estás dando la oportunidad de aprender y de compartir contigo lo que ellos hacen. Lograr cosas que necesitas y no tienes, es más fácil cuando muestras cuál es tu trabajo. Fue un empeño personal, el centro tenía que aparecer. Creo que un poquito lo hemos logrado.

¿Ha habido algún fracaso en su etapa como director?

Todos los días fracasas. Hemos fracasado cuando un alumno ha dejado de estudiar. Hemos fracasado cuando no hemos sabido o no hemos querido dar la respuesta que una familia precisaba. La vida es una suma de aciertos y fracasos. Además, no puede ser de otra manera. Lo que nunca debes convertir es el fracaso en una piedra que te vas poniendo en la mochila. Debes asumirlo y ser una persona humilde.

¿Cuál ha sido el momento más difícil que ha vivido como director?

Cualquier persona que tenga una responsabilidad tiene momentos difíciles. En los 20 años aquí han pasado muchas cosas, no diferentes a las de otro instituto pero que te marcan. Que un alumno del centro fallezca en una edad en que tienes toda la vida por delante, y aquí hemos tenido unos cuantos casos de chicos y chicas que se han ido. Cuando un compañero o una compañera te anuncia que tiene una enfermedad tremenda y te lo dice en la intimidad de tu despacho. Eso es la fuerza de la vida.

¿Qué es lo que más le ha marcado de este instituto?

De los cientos de cosas que he vivido, recuerdo con especial cariño el trabajo como miembro del grupo La Niebla Teatro, mi trabajo como director de ese grupo, como parte de esa familia de aprendices de teatro que éramos todos. Es una de esas cosas que a mí me ha transformado más como profesor. Soy otro profesor. Me ha enseñado mucho más de coordinar equipos de lo que me podría enseñar un curso de formación para ser mánager. Me ha ayudado a entender a los alumnos. Y luego el día a día, cada vez que la puerta de mi despacho se ha cerrado con unos padres, un alumno, un compañero.

¿Qué consejos deja al futuro director?

Que sea él. A mí me han precedido dos directores: Esperanza Molina y Florentino Muñoz. Los directores y los equipos directivos han tenido un estilo diferente, han hecho todo lo que ha estado en su mano para hacer que este instituto fuera cada vez mejor. El futuro director y el futuro equipo tienen que ser ellos en primer lugar y luego mantener aquello que sea útil. Creo que hay que mantener los puentes que este centro ha construido con todo. Hay que mantener el compromiso y la vocación de servicio a la comunidad para la que trabajamos. Creo que hay que mantener el buen nombre del instituto y trabajar por innovar, por ser punta de lanza, por ser vanguardia educativa y lograr que todo el mundo quiera venir aquí. Eso es lo que les he pedido que hagan, que es lo que yo haría si fueran ellos los que me dejaran el honor de ser el director de este centro, porque lo considero un honor.

Algo más que quiera decir?

Aprovechar la ocasión para despedirme del instituto y de toda la comunidad educativa. Del AMPA, a los que agradezco la extraordinaria que han hecho y hacen, son ejemplares. De los ayuntamientos, por el compromiso y la receptividad que han mostrado siempre, especialmente en estos últimos años. De la Administración Educativa, porque tengo que decir que la Dirección Provincial ha tenido un trato exquisito en lo que se refiere a la gestión del equipo que he tenido la suerte de coordinar. Y de los alumnos. A todos los profesores nos pasa lo mismo, los alumnos son una cosa que nos llevamos, no solo en la memoria, luego irán desapareciendo los nombres y las caras, pero quedan los aprendizajes que me llevo. El alumnado de este centro, si hay algo que le caracteriza, es su nobleza, la transparencia. Me he sentido respetadísimo, dadas mis propias circunstancias, eso se lo agradezco mucho. Me he sentido tremendamente respetado, me he sentido puesto en valor. El alumnado de este centro es un lujo, y es uno de los motivos fundamentales por los que la mayoría de los profesores no se quieren ir de aquí.

Simplemente desearle a todo el mundo mucha suerte y extender a toda la comarca mi más sincero y profundo agradecimiento personal. Y para lo que me necesiten, que por ahí estaré.

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