Mientras vives alégrate, que nada nunca te perturbe: la vida es demasiada corta y el tiempo reclama su derecho. ¡Date prisa! Es el epitafio de Seiquiles, en Tralles (Turquía) del s. I a. C. Se utilizó en la Edad Media como brindi
En el número seis de los llamados "geroglíficos" que constituían el ideario de nuestra universidad en siglos lejanos y que llenan el plano de lo que fue la fachada este del edificio antiguo (por cierto, ¿alguien sabe la torpe y oculta razón por la que la Universidad, flamante en su 800 aniversario, ni se preocupa de dar a conocer tan preciado tesoro? Premio al que lo adivine. ), se propone, en griego y en latín, al estudiante que llega: Ἀεὶ σπεῦδε βραδέως : Siempre apresúrate despacio. En castellano diríamos más bien: Apresúrate siempre despacio.
Se nota bien que el trabajador, el lapicida, no sabía griego y lo escribió rematadamente mal: αει ? σπευ ? δεβραδεοσ y así quedó para siempre. Sorprende que nadie corrigiera en el acto tantos errores juntos en tres palabras en una inscripción tan a la vista y en ese sitio.
El texto y las dos imágenes, áncora y delfín, opuestas y aquí unidas, insisten de nuevo en el equilibrio y en la serenidad en todas las cosas de la vida, aprovechando a la vez el tiempo y sin perder oportunidades. Es un antiguo consejo clásico, muy usado por Augusto según Suetonio, que la Universidad incorpora a su ideario proponiendo al nuevo estudiante que llega el perfil del hombre sabio, eficaz y sereno. Esta tranquilidad activa o esta eficacia rigurosa y a su ritmo, será la mejor propuesta para el estudio y el trabajo. Y hasta para la vida. El oxímoron es el estado perfecto del hombre sabio y prudente que abarca ambos extremos viviendo en el medio. De nuevo, y entendiéndolo bien para evitar medianías y mediocridades, In medio virtus.
Y ahora, hoy, el consejo encaja perfectamente en nuestras medidas y necesidades como no puede ser menos. Nunca tuvimos tantas posibilidades de tiempo libre y quizás nunca vivió la humanidad con tanta prisa. Hasta el que está sentado a media tarde a la sombra de su casa de barro ya tiene prisa, confesaba hace unos días un africano. Es interesante la anécdota, tan filosófica, que narra B. Brecth: Estoy sentado al borde de la carretera mientras el conductor cambia la rueda. No me gusta el lugar de donde vengo. No me gusta el lugar adonde voy ¿Por qué miro entonces el cambio de rueda con impaciencia? Algo así nos pasa hoy, vamos a toda prisa sin saber exactamente adónde. La vida es un running, casi literalmente, adonde sea. ¡Hay que vender zapatillas!
Ha sido ésta una idea muy presente en el pensamiento y en la vida de la gente desde muy antiguo. Una deriva optimista si no trivial sería el Gaudeamus igitur y tantos otros de ese estilo y una actitud más dramática estaría representada por los Carmina Burana y similares. En la Nave de los locos va siempre gente cantando y danzando. Y en muchos relojes, sobre todo de torre, hay una severa advertencia sobre la rapidez y fugacidad de las horas invitando a aprovecharlas antes de que sea tarde. Las horas corren, tan callando, pero tú no, si quieres rescatar el tiempo. Vive intensamente despacio.
Nunca hemos hablado tan alto y nunca tuvimos tanta necesidad de silencio; nunca fuimos a velocidad tan alta y nunca sentimos tanto la urgencia de detenernos. Me he perdido, pero estoy batiendo un récord, decía un aviador necio. Por ahí vamos. Por eso, vísteme despacio que tengo prisa, vamos a vestirnos, a revestir la vida, con despacio, como se decía por tierras salmantinas, y a disfrutar de pasos y momentos, de descubrimientos y hallazgos, con admiración y regocijo, con lentos apresuramientos porque la vida es breve y con lentitudes vigilantes porque la vida es demasiado bella para que se nos escape, porque la vida es corta y el tiempo reclama su derecho. Tiempo al tiempo, inteligente expresión nuestra, y tiempo a la vida. Vistámonos lentamente, pues prisa tenemos por vivir. Y disfrutemos de ambas sensaciones, de la pausada vida a ser posible lejos del mundanal ruido y del ansia viva de cada día porque cada instante es un tesoro que hay que disfrutar despierto y con todos.
Y que alcances el gozo apresurado que se acerca cada día y la utopía que parece que nunca llega. No te contentes con menos, date prisa para vivir despacio? Busca un oxímeron a tu medida y siéntate en él, es el ancla; o cálzatelo y corre lo que puedas, es el delfín. Es la vida. ¡Suerte!
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¡ATENCIÓN!
Pongo esa doble línea por medio porque esto no tiene nada que ver con lo anterior, pero tampoco quiero dedicarle más espacio que esta nota al tema a pesar de que sí me importa. Es una llamada a los responsables de la Procesión del Corpus con una pregunta: ¿No sería conveniente por razones objetivas de dignidad, de respeto y hasta de equilibrio urbano reconducir la Procesión desde Libreros a la Rúa evitando Meléndez Valdés, Plaza del Corillo y primera parte de la Rúa? Y asegurando una mejor colocación y realización en la Plaza de Anaya. Pregunto y propongo. Las razones son de peso pero no son de este lugar.