El escritor venezolano residente en Salamanca esboza un reconocimiento al arte fotográfico del director de la revista literaria digital 'Crear en Salamanca'
"Se ve solo con el corazón, lo esencial es invisible para los ojos". Antoine de Saint Exupery
Los grandes fotógrafos son reconocidos tanto por la calidad de sus fotos como por la forma en que tratan los temas que les sirven de motivación. Así, por ejemplo, Henri Cartier ? Bresson se asocia con la captación del instante que traduce en lo que llamaba la imagen a hurtadillas; Robert Frank se hizo famoso con su serie The Americans en la que deja constancia visual de la amarga realidad de la postguerra en los EEUU; Ansel Adams es considerado el fotógrafo de los agrestes paisajes- fotografiados en blanco y negro- del sur del territorio estadounidense; Richard Avedon por su pasión por la moda; Brassaï, el húngaro, hace de París el leiv motif de su trabajo fotográfico. Lo mismo podemos decir de ManRay, de Sebastiao Salgado, de Robert Doisneau y de tantos otros relevantes fotógrafos contemporáneos, indisolublemente asociados a los temas que con particular maestría han desarrollado durante años, para hoy ser ampliamente reconocidos y galardonados.
José Amador Martín no es la excepción: es el ojo de Salamanca vista desde su ojo físico y recreada por su mirada espiritual. Es frecuente verlo deambular con paso lento y ojo avizor, munido de su cámara, complementos y adminículos a la caza de los variados objetos y sujetos que le dan vida a su personal Salamanca.
Nada ni nadie que despierte la emoción del artista se salva de su obturador. La Plaza Mayor ? seca o mojada, su patio, sus arcadas y columnas, el reloj del ayuntamiento; la Catedral con sus hierogámicas torres; el río Tormes; las calles, plazas, las acogedoras terrazas de los cafés de siempre o los de moda; sus palacios e iglesias, ya no son como siempre han sido y fueron, Amador se encarga de otorgarles una nueva fisonomía que no obedece más al designio de arquitectos y artistas; ahora son y serán como él ha querido que sean, su cámara es la gran aliada del demiurgo salmantino.
Los balcones, las farolas, los enrejados, los portales, las estatuas consagratorias de los personajes más emblemáticos de la Ciudad de los saberes, el azul cielo charro, la gente que va y viene, los nativos y los turistas, en fin, todo lo que pueda ser visto con los ojos de la emoción, es motivo suficiente para que Amador enfoque y dispare, a fin de adquirir una esencia otra, una entidad diferenciada.
Salamanca nocturna o a pleno sol, lluviosa o calina, engalanada para las fiestas y las procesiones de rigor, desde cerca o desde lejos, al amanecer o a la hora del crepúsculo, adusta y coqueta, eterna y fugaz, académica y civil, sacra o profana, sabe que cuenta con un ojo cómplice en la cámara del artista de la fotografía: José Amador Martín, quien, comparte lo afirmado por Lewis Hine:
Si pudiera decirlo con palabras, no iría todos los días cargado con mi cámara.