OPINIóN
Actualizado 01/06/2017
Gustavo Hernández Sánchez

Parte primera: Universidades

Hablemos sobre monstruos burocráticos. Pienso en el tema y el primero que se me viene a la cabeza es el entramado de Bolonia, un proyecto de Universidad neoliberal que alguna vez alguien tendrá que comenzar a calificar como uno de los grandes fracasos de nuestra historia reciente. A los alumnos y alumnas que por el año de su implantación nos encontrábamos luchando contra el "progreso" de un sistema universitario de tipo angloamericano, se nos prometió una docencia con evaluaciones continuas sin el estrés que suponen los exámenes "finales", en forma de seminarios con un máximo de veinte alumnos y alumnas por clase. Un modelo descentralizado, basado en la "autonomía universitaria" y en formas de enseñanzas más acordes con los nuevos tiempos: el viejo sistema clientelar, típico de una Universidad conservadora y tradicional, caería ante la "internacionalización", tanto del alumnado como del profesorado.

A cambio, recibimos más de lo mismo, (y si no me creen pasen por cualquier aula o biblioteca, ahora que es periodo de exámenes), a excepción de una subida de tasas y unas exigencias curriculares que ya no hablan de reflexión o de pensamiento crítico sino de competitividad, productividad, rentabilidad... (Escuchen si no cómo se habla de las Universidades públicas por parte de las personas encargadas de gestionarlas). En la nueva Universidad nos convertimos en clientes y dejamos de ser alumnos y alumnas. Es lo que algunas personas definen ya como universidad-empresa o "fábrica de precarios". Del mismo modo, la tan manida "autonomía" universitaria fue devorada por la ANECA (Agencia Nacional de la Evaluación de la Calidad y Acreditación -hoy paralizada-), un sistema de evaluación y control político de la "calidad" de la docencia, que ahora no se basa en la "calidad" de los contenidos sino en una mercadotecnia del saber en función de rankings internacionales fundamentados en un nuevo-positivismo académico. (¿Eso es internacionalización?). El siguiente paso es la "gobernanza corporativa", de la que ya hablan los gestores de nuestra Universidad, la cual dejará atrás el sistema de claustros y transferirá el gobierno de las Universidades en manos de órganos de dirección de tipo empresarial, con injerencia cada vez mayor de empresas privadas como el Banco Santander, Iberdrola...Berkeley minera (¿Conocen algún ejemplo cercano?).

¿Cómo luchar contra este monstruo? ¿Quién es culpable de la implantación de este modelo? Parece que una racionalidad burocrática de carácter neoliberal se haya adueñado de las personas que trabajamos en estos organismos todavía públicos, vaciando nuestras acciones de responsabilidad moral. Pero lo cierto es que detrás de estos cambios se encuentran personas que se ven afectadas por todo esto. Profesores/as, investigadores/as y alumnos/as ya no somos intelectuales, esto es, gentes preocupadas por el conocimiento (función tradicional de la Universidad como centro de saber) sino técnicos (razón científico-técnica), o lo que es lo mismo, personas preparadas para hacer funcionar el sistema y no para cuestionarlo. Apunta Bauman que, de este modo: "la acción burocrática se convierte en un fin en sí misma, sólo puede ser conducida en base a criterios de adecuación y de éxito"; una máquina cuyo funcionamiento es difícil de detener de manera individual. Por eso nadie se queja, nadie renuncia, todos y todas seguimos alimentando este monstruo.

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