OPINIóN
Actualizado 30/05/2017
José Javier Muñoz

Falsos imperativos: así calificaba hace casi tres décadas el profesor de la Universidad de Navarra Juan Antonio Giner los defectos más graves del periodismo. Tan graves, que han llevado al estado de coma a una profesión llamada a defender la verdad y convertida, por activa o por pasiva, en cómplice de mercadeos ideológicos y comerciales. Dicho en pocas palabras: se esgrimen como normas o imperativos profesionales lo que no son sino pretextos y defectos burdos. Señalaré los más evidentes:

1. El imperativo de lo fáctico. Periodismo que considera noticia cuanto acontece y, por tanto, es fácilmente manipulable ante la orquestación de pseudo-acontecimientos.

2. El imperativo de la neutralidad. Es una muestra de vagancia; los periodistas se comportan como simples correas de transmisión de notas y comunicados.

3. El imperativo de la confrontación. So pretexto de pluralidad abunda lo que el profesor Giner denominó "periodismo bifronte y maniqueo", fórmula que favorece la publicación de cualquier falsedad o irrelevancia. Un buen ejemplo es el que expone irónicamente Michael J. O"Neil, ex-director del New York Daily News: "si un astrónomo dice que el Sol aparece por el Este, buscan otro experto que diga que sale por el Oeste".

4. El imperativo de la inmediatez. Periodismo a corto plazo que se desentiende de las consecuencias y las tendencias de largo alcance. Añado aquí que cada vez es más frecuente oír o leer noticias a las que les falta uno, o más de uno, de sus elementos imprescindibles: qué, quién, dónde, cuándo, cómo y por qué.

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