Cuando ya no tenga fuerzas. Cuando las esperanzas ya han sido truncadas. Cuando todas las energías han sido absorbidas por otros. Cuando ya no queden movimientos por hacer. Cuando eso ocurra ¿Quién le llevará a casa?
Todo país tiene un monumento al soldado caído. Aún estamos en deuda con el empresario vencido. El Estado es injusto con aquél del que ha estado viviendo. Pero la sociedad entera empobrece cuando no hace nada por recoger los pedazos de ese luchador.
Mandamos misiones tácticas, legiones de apoyo, equipos de rescate para el soldado caído, de aquel que estuvo en el frente, en el avituallamiento o en el dispensario para todos los del equipo. Es parte de la unidad, es parte del país. Y vamos donde esté para recoger lo que quede de él. Física o moralmente, lo que quede de él. Le llevamos a casa. A Nuestra casa.
¿Dónde queda el empresario caído? ¿Quién recoge los pedazos de éste cuando ha bajado sus brazos? ¿Cómo le premia la sociedad sus contribuciones fijas o temporales? Estado, frente y recate. Nada interesa de él.
Pásenle este artículo a todos aquellos miembros de la sociedad que, alguna vez, han reprochado a algún empresario la batalla que éste haya librado por mantener en pie su empresa, su esfuerzo, su vida. Obviamente, desde la legalidad, pero repróchenle algo.
Cada vez que paseo por una ciudad, admiro las empresas de éxito, a las que han crecido, ampliado, mejorado. Pero también sufro con aquellas que tienen el cartel de cerrado, se alquila, se traspasa, se vende, se liquida. Se ha fusilado una esperanza, es lugar de aflicción. Salamanca es, aún, un lugar de mucha aflicción. Y al tiempo, llena de reproches, reprochadores y de brazos caídos. Hay muchos empresarios que necesitas una segunda oportunidad en la ciudad. Mucha gente de mediana edad a la que levantar y mucha gente joven a la que dar una oportunidad o rescatar. Hay muchos soldados caídos en la guerra empresarial a los que llevar a casa. Hagamos de Salamanca su hogar.