OPINIóN
Actualizado 24/05/2017
Redacción

Las películas, las novelas, el teatro, todas esas historias ahí contadas parecen terminar en el momento justo y adecuado. Aquello de la estructura tradicional del drama como, planteamiento, nudo y desenlace, parece regir en las historias. Y uno al finalizar un libro o una película se puede ir con mejor o peor cuerpo a descansar según termine su historia. Siempre habrá terminado en el momento oportuno. Oportuno para desazonar el espíritu o confortarlo (según haya dispuesto el autor). Y eso es inevitable.

Pero todas las historias podrían seguir y seguir casi indefinidamente hasta mejorarse o estropearse del todo. Es decir, como la misma vida real, imparable. Es lo que yo vendría a denominar como el día después. Y es que hay un día después de todo. Incluida la muerte del protagonista. Qué pasaría en el día después siempre será un misterio hasta ser este desvelado con el tiempo. Y una historia que vimos cómo acababa en reencuentro y boda, pues podía traer una discusión de libro y una traumática ruptura a los dos días. O una muerte llorada podría paliarse con un premio mayúsculo de una herencia millonaria caída al azar, o aún peor, con el suicidio al día siguiente del hijo inadaptado. Eso que ya no vemos (o no nos es permitido ver). Y es que la vida continuando, como de hecho lo hace, puede mejorar o empeorar el panorama. Detrás de la guerra va la paz y detrás de la paz, la guerra. Por eso los autores de guiones, de novelas, se cuidan poner muy debidamente el inicio y el final. Creo que ya existen finales a la carta (sobre todo en series televisivas) según el gusto de quien los ve. Eso de filmar o escribir tres o cuatro finales diferentes, para darle matices y dejar conforme o disgustado al espectador-lector. Pero mi teoría de hoy se acercaría más a lo de describir una verdadera historia interminable (como puede ser el devenir real mismo) y menos a la elección de un determinado final. Sería eso de responder a la pregunta de ¿y qué pasó el día después? Eso que se acercaría a los finales imperfectos. Muy probablemente vendría la decepción más pronto que tarde. Y es que todo lo que nos gusta y conviene debe tener su final justo a tiempo. A pesar de que nos estemos engañando.

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