OPINIóN
Actualizado 22/05/2017
Redacción

¡Menos mal que no tengo que examinarme de fútbol! No tengo ni repajolera idea. En la primera lección me explicaron que se trataba de un deporte, pero por más interés que pongo, soy incapaz de entenderlo.

Los deportes, en mi opinión, además de para divertirnos, sirven para civilizarnos. Saber llevar los éxitos, aprender a encajar las derrotas, discutir sin perderse el respeto? son algunos de los valores que pueden aportarnos. Pero esto debe contar para otros deportes, para el fútbol, evidentemente, cuenta lo contrario.

Con demasiada frecuencia los partidos de fútbol empiezan como una fiesta nacional y acaban en una batalla campal. Insultos, botellazos, broncas, peleas entre aficionados, jugadores y hasta familiares es el broche final en el mejor de los casos, en el peor, se llega al asesinato. ¿Puede esto llamarse deporte? Yo diría que no, al menos hasta que la violencia entre equipos rivales no sea erradicada de los campos por completo, y eso me explican que es imposible. ¿Por qué?

Como tantas otras cosas, podría prohibirse, pero eso parece que solo conseguiría agrandar el problema. El fútbol es el deporte que más seguidores tiene, el único que consigue paralizar el país, el que permite olvidarnos del paro, de las malas notas, de los desfalcos de los políticos y de todas las crisis. Además, está al alcance de niños y mayores, porque el juego consiste en darle patadas a un balón, y eso, menos yo, lo entiende cualquiera, cualquiera puede discutir una jugada, cualquiera puede soñar con ser el jugador. Otra opción sería subir el precio de las entradas, que es un remedio muy socorrido, pero aquí parece que no serviría de nada. Podemos protestar porque suba el pan, la leche o las patatas, pero el fútbol, cueste lo que cueste, siempre es barato.

Total, que ya no sé si es que no hay remedio o es que no hay problema. Ejercer la violencia en cualquier sitio causa alarma social y hay que tomar medidas, pero en el fútbol, no hace falta. La violencia, aunque en mi ignorancia no lo entienda, hace más atractivo el espectáculo. Por lo tanto, termino como empecé: ¡Menos mal que no tengo que examinarme de fútbol!

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