La evolución de la escritura musical ha ido desarrollándose paulatinamente a lo largo de la historia. Tanto es así que no ha llegado a completarse hasta hace relativamente poco tiempo.
Como ya vimos en algún artículo dedicado a la música en la antigüedad, primero se representaban los sonidos musicales por medio de letras para después pasar a representarlos por medio de neumas que servían para interpretar la entonación de la melodía, pero al final de la Edad Media todavía no se había logrado encontrar la forma correcta de poder representar gráficamente toda la música.
Si recordáis, en el siglo XI, Guido de Arezzo (992-1050) fue el primero en asignarle un nombre a cada nota basándose en el Himno a San Juan Bautista, atendiendo a sus seis primeras frases.
Anselmo de Flandes, entorno al siglo XVI, añadió la nota si, derivada de las primeras letras de Sancte Ioannes (séptima frase del texto original en latín del Himno a San Juan Bautista), y en el siglo XVIII, el musicólogo italiano Giovanni Battista Doni, cambió la sílaba ut por la sílaba do, atendiendo a razones de pronunciación y buscando facilitar el solfeo. Según se cuenta, se basó en la pronunciación original de la nota en árabe "dāl" y la modificó para que fuera como las letras del inicio de su apellido, aunque también se ha llegado al consenso de que podría provenir de la palabra en latín "Dóminus" (Señor).
La evolución del tetragrama al pentagrama facilitó la escritura y entendimiento, así como la modificación de las figuras de cada nota, y la asignación de un valor fijo a cada una de ellas. Pero no será hasta la aparición de la imprenta, y la posterior generalización de la copia de partituras en el siglo XVII, cuando se genere una gran divulgación de la música.
En el siglo XIX seguía utilizándose la notación tradicional para la música instrumental, pero se abandonó la escritura del bajo cifrado que venía de la tradición barroca, sobre todo por el desuso, a finales del siglo XVIII, de instrumentos como el clavicémbalo.
Con el tiempo surgió un nuevo sistema de notación que se adaptaba mejor al nuevo estilo de música vocal (sencillo y homofónico).
En el siglo XXI han ido surgiendo compositores que han empleado notaciones más modernas con un carácter mucho más gráfico para representar, sobre todo, la música electroacústica. Son partituras visuales que ilustran las piezas y que, desde luego, no pretenden servir de un soporte en si mismo para la música.
La revelación en cuanto a la escritura musical ha llegado con el desarrollo de la informática y sus aplicaciones con editores del tipo "Sibelius", que son programas editores de partituras completos que facilitan la escritura de las partituras con todos sus signos de ejecución y que, a su vez, permite la impresión y la publicación de las piezas musicales, diseñado y dirigido a toda clase de músicos, profesores, estudiantes y compositores profesionales.
Es la nueva tecnología musical en favor de la optimización de tiempo y la eficacia a la hora de transcribir, siendo utilizado por la gran mayoría de compositores junto a los DAW (Digital Audio Workstation) o estaciones de trabajo de audio digital, de los cuales hablaré en otro artículo.