OPINIóN
Actualizado 10/05/2017
Rubén Martín Vaquero

Sostiene Ernesto que la socialdemocracia europea atraviesa la peor crisis de su Historia. Esta vital formación política que tras la Segunda Guerra Mundial contribuyó decisivamente a la reconstrucción de la devastada Europa, a la paz mundial y a forjar el sueño de un continente sin fronteras, sin abandonar la lucha por alcanzar las cotas de libertad, bienestar y conquistas sociales que actualmente disfrutamos todos los europeos, ha entrado en el siglo XXI afásica, como noqueada por los nuevos tiempos.

Dejando a un lado el simplista pensamiento? "la gente se cansa de estar bien", Ernesto argumenta dos causas, una externa y otra interna, que explicarían la hecatombe.

En primer lugar asegura que los objetivos políticos, económicos y sociales que la socialdemocracia defendía en el siglo XX, o bien se han conseguido, o los han hecho suyos los partidos de centro-derecha, dejando su discurso vacío de contenidos.

En segundo lugar constata los contagios de una parte de los dirigentes socialdemócratas europeos. Demasiados miembros de la cúpula de esta fuerza política han guardado los puños en alto, la ropa de los grandes almacenes y las fotos descoloridas en armarios vintage y han hecho suyos los intereses y modos de vida de la alta burguesía, llegando a identificarse con ella. Las consecuencias de esta conducta de los recién llegados al esmoquin y al chaqué han sido devastadoras; si en los tiempos de bonanza económica su ejemplo fue escandaloso, durante la crisis económica pasada resultó insultante para una buena parte de su electorado y, por supuesto, de su militancia. Pero lo peor estaba por llegar y echando mano del refranero castellano? "Si el párroco se va a peces, qué no harán los feligreses", es fácil explicar la falta de motivación o, incluso, el abandono de algunos cuadros medios socialdemócratas, cuando no el "sillonitis", el aferrarse a los cargos, a los sueldos, a los coches oficiales y a otras prebendas, llegando en algunos casos (afortunadamente excepcionales) a la prevaricación, a la malversación o a la apropiación indebida de caudales públicos.

¿Cómo salir de este pozo de lobo?

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