OPINIóN
Actualizado 08/05/2017
Jesús Garrote

Es un título irónico porque las vidas a las que me refiero no creo que sean fáciles ni mucho menos.

¿Sabemos lo que pasa en las calles de nuestras supuestas ciudades del mundo desarrollado?. ¿ Sabemos lo que les pasa a muchos niños y niñas?.

Hemos oído hablar del hambre en el mundo, hemos oído hablar de sicarios en Colombia, hemos oído hablar de los captados por la Yihad, o en su momento por ETA.

¿Pero habéis oído hablar de menores de todas las clases sociales que se prostituyen por un porro, o por tener alguna marca de móvil o alguna otra de ropa?

En mi ámbito hemos denunciado varios casos, la policía ha actuado diligentemente y los demás organismos también. En el marco legislativo que tenemos no podían hacer más.

Es curioso que las prioridades para algunos colectivos, sean los micromachismos en el mundo taurino, o buscar culpables mientras ellos mismos se lavan las manos y están a kilómetros de la realidad.

Duele lo que se oculta, duele lo que sabemos y por eso se busca no saber. Buscamos hacer pequeños guetos con los nuestros para tranquilizar nuestra conciencia y ejercer nuestro derecho a opinar superficialmente de la punta del iceberg. Nos refugiamos en ideologías o religiones para rasgarnos las vestiduras cuando saltan a los medios casos de un frivolizado bulling, etc.

Culpamos a unos niños que son víctimas y los queremos esconder para que no den mala imagen ante los turistas. En muchas escuelas los suspenden porque no saben hacer la raíz cuadrada o porque se les olvidó un emperador romano.

La escuela que les escucha, los maestros que les acompañan para que piensen y que los incitan a estudiar para entender y tomar postura en su familia, barrio, etc. Esos maestros son cooperadores de la verdad.

Mientras nos negamos a querer y a aprender de los diferentes, de los que sufren las mayores injusticias y de los que tienen menos oportunidades, estamos siendo cómplices de un sistema corrupto.

Seamos de la ideología que seamos seguimos estando en la cima de la pirámide avasallando a los últimos, que por otra parte son la mayoría y de ellos y su explotación viene lo que nos venden en los supermercados para comer, vestir o curarnos.

Así es que menos suspensos para los hijos de la exclusión social y más gafas y prismáticos para los padres, madres, maestros, médicos, funcionarios de distintas categorías, etc.

Los derechos de la infancia tampoco se cumplen aquí por muy bien que creamos que lo estamos haciendo y por lo mucho que opinemos sobre educación y leyes.

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