Se supone que hoy tendríamos que estar todos en las calles, celebrando el Día de los Trabajadores, unidos y alegres por poder disfrutar de un empleo y reclamando un puesto de trabajo para todos aquellos que, por desgracia, no lo tienen.
Sin embargo, esta fiesta ha ido degenerando cada vez más, hasta el punto de que hoy no es sino un espectáculo, bastante lamentable, en que los sindicatos reivindican, con frases y gritos absurdos, un trabajo que ni siquiera ellos realizan.
La inmensa mayoría de los trabajadores de nuestro país no están afiliados a ningún sindicato, no creen que cumplan el papel que legalmente tienen encomendado, y no confían en que la mediación sindical sirva realmente para mejorar sus condiciones laborales.
Y no están nada equivocados. Los sindicatos en la actualidad no velan por los intereses del conjunto de los trabajadores, si es que alguna vez lo hicieron, sino que se preocupan únicamente por satisfacer a las personas que forman parte de sus estructuras orgánicas y, eso sí, luchan por liberarse y vivir, cobrando, pero sin trabajar una sola hora.
Siempre lo he defendido y siempre lo defenderé: los sindicatos no tienen que recibir ningún tipo de subvención pública, deben mantenerse con las cuotas de sus propios afiliados y han de aprender a sacarse las castañas del fuego ellos solitos. Si tuvieran que administrar su dinero, y no el de todos los contribuyentes, elegirían muy bien y con mucho más acierto que ahora en qué gastarlo, y quizás se preocuparían un poco más de destinarlo a su fin último, que es la lucha por el empleo justo y bien remunerado.
Me asombra ver que los sindicatos actuales tienen como dirigentes a gente con un trabajo conocido bastante escaso y que llevan años viviendo del cuento del sindicalismo.
Que nadie se engañe. Estas personas no defienden el interés colectivo, defienden su interés personal. No puede ser que después de unos durísimos años de crisis lleguemos a una situación de mejoría, que en los últimos 2 años ha permitido que más de un millón y medio de personas hayan salido de las listas del paro, y que sin embargo los sindicatos sigan negando la evidencia.
¿Que el trabajo podría ser mejor? Quizás. ¿Que los sueldos podrían ser más altos? Tal vez. Pero una cosa es clara: sin las políticas laborales que se han aplicado, todas esas personas seguirían engrosando, aún más, la ya extensa lista de desempleados en España.
Queda mucho por hacer, claro que sí, pero vamos en la buena dirección, estamos aplicando las medidas correctas, y el tiempo nos dejará ver que estamos en lo cierto al creer que no podemos dar marcha atrás a las reformas emprendidas, si no queremos que todo el trabajo y el esfuerzo que se ha realizado en estos años se vaya por la borda y quede en papel mojado.
Por ello, en este Día de los Trabajadores, todas las personas que tienen un empleo deben estar contentas por ello, y todas las personas que aún no han encontrado un puesto de trabajo, o que aún no han vuelto al mercado laboral después de perder su empleo, han de seguir esperanzados en que el día de mañana será mejor que el de hoy, y pensar que nuevas oportunidades se abren camino en la España que crece y crea empleo en la que tenemos la suerte de vivir hoy.