Si bien en los primeros años del siglo, el proceso se desarrolló de forma contenida, e incluso la escena urbana se enriqueció con notables ejemplos de arquitectura ecléctica, arquitectura del hierro y arquitectura modernista (edificios del mercado municipal o de Villa Lis, por citar dos ejemplos), a partir de la guerra civil, el proceso se desbordó y tras el frustrado Plan de Urbanización falangista de Víctor D'0rs y Valentín Gomazo, se materializó en el Plan de Reforma Interior del ingeniero Paz-Maroto (1943), que suponía la concepción de la ciudad histórica como una estructura que había que reformar en profundidad para poner en valor determinados edificios o espacios urbanos considerados de forma aislada. Para ello, se realizaba una rectificación generalizada de las alineaciones históricas y se manifestaba una auténtica obsesión por el ensanchamiento de las vías existentes o por la creación de otras nuevas «de enlace», que facilitasen la circulación del tranco interior y lo pusiesen en comunicación rápida y cómoda con las áreas exteriores.
Los efectos arrasadores del Plan Paz Maroto, así como los provocados por su sustituto el Plan General de 1966, desarrollado en multitud de pequeños planes y ordenaciones parciales posteriores, cuyos objetivos eran asimismo la reestructuración traumática del casco antiguo, la ampliación de la red viaria para facilitar el tráfico y la introducción de los máximos volúmenes admisibles y aun inadmisibles, obviando cualquier tipo de protección para la arquitectura tradicional, han sido pro fundamente destructivos para grandes áreas de la ciudad, que se han visto transformadas de modo parcial o total, alterándolas esencial y formalmente. Algunos ejemplos pueden ilustrar estas afirmaciones.