La familia taurina está de luto por la pérdida de este diestro con una trayectoria impecable, que que no rehuía ninguna pelea y logró estar en un lugar a la altura de los mejores
Corría un 20 de Mayo de 1972 y en las Ventas se celebra una corrida triunfal y polémica. El cartel lo componen Andrés Vázquez, Curro Romero y Sebastián Palomo Linares. Se cortan nueve orejas y un rabo, que la presidencia concede a Palomo Linares tras una gran faena. Los aficionados creen que ha llegado el apocalipsis a la plaza de las Ventas y que la tradición se ha roto. Desde esa fecha no se ha vuelto a conceder ningún rabo en la plaza de Madrid.
Hoy todos los medios de comunicación se hacen eco de la noticia Palomo ha muerto. El torero de valentía a raudales, no ha podido resistir esa última "cornada", pegada en el corazón. La familia taurina está de luto, porque este torero con una trayectoria impecable, que recorrió más de una vez las plazas del mundo, que llegó en alpargatas desde su pueblo a Madrid, para ganar aquel concurso de la "oportunidad", y desde aquel momento se erigió en un torero garantía de todos los empresarios de América, España y Francia. Un torero que no rehuía ninguna pelea, con toreros que por entonces, formaban un escalafón con mucho fuste, Palomo no se amilano ante tanto torero consagrado, y lo cierto es que logro estar en un lugar a la altura de los mejores.
Creo que Palomo, será de esos toreros, que no morirá nunca. Un torero, un artista, un hombre que de la nada llegó a mandar en el toreo, no puede morir, como tampoco han muerto Ordoñez, Dominguín, Manolete, Belmonte, Joselito o Ortega, por ejemplo, al igual que otro sinfín de nombres del arte y la cultura en todas sus variedades, de los que seguimos aprendiendo, personajes todos ellos que se mantienen vivos, cuya historia ha dejado su patrimonio en pos de generaciones, pasadas, actuales y próximas venideras.
Ahora Palomo Linares, forma parte de esa legión de quien no muere nunca, el orgulloso torero que vivió jugándose la vida, un caso del más puro romanticismo, niño prodigio sin dinastía torera, quedara en el recuerdo del buen aficionado, (también este de Salamanca en cuya plaza de la Glorieta toreo tantas tardes) de aquel que formo parte de la historia en época gloriosa de la fiesta taurina, que como Sebastián Palomo hicieron continuación competencias vivas, emociones fuertes y recuerdos vivos.
No seré yo quien entre en otras consideraciones sobre su vida, ni cuestione sus razonamientos, queda expuesto que para esta Fiesta, como es natural y como ocurrió y seguirá ocurriendo con todos los toreros grandes, se ha dicho ya de todo, con mayores o menores precisiones, pero como acontece con los muchos llamados que terminan por ser escasos elegidos, subrayar el clamoroso triunfo personal de esos, donde su recuerdo seguirá creando sueños imborrables de tarde inolvidables que permanecen en la memoria y se agigantan hasta el infinito, para dar al toreo una categoría suprema.
Allí donde vayas, Sebastián Palomo Linares, que te vaya bonito.
Fermín González