OPINIóN
Actualizado 23/04/2017
Redacción

Este último Sábado Santo, íbamos por la tarde a Ciudad Rodrigo, a contemplar "La Charrada", ese festival, creado en 1980, y que reúne cada año en la capital mirobrigense a gentes campesinas de distintas áreas rurales provinciales y extra-provinciales, que, vestidas con indumentarias antiguas o al modo antiguo y tradicional, bailan y cantan, al son de la gaita y el tamboril y de otros instrumentos populares.

Sobre un escenario, ante el ayuntamiento, en una de las plazas mayores más singulares y hermosas de la provincia, gentes de la Sierra de Francia, del Rebollar, del norte de Extremadura y hasta de Huelva ?todo el largo trayecto de la Vía de la Plata? deleitaron a un público que abarrotaba la plaza con esas manifestaciones folclórico-musicales y de bailes y danzas, en una tarde primaveral deliciosa y amenísima.

El mirobrigense José Ramón Cid Cebrián, uno de los más significativos folcloristas salmantinos, fue el maestro de ceremonias de "La Charrada", que, a través de su buen hacer y de un ritmo ágil, organizando y presentando el acto, fue transcurriendo de un modo entretenido para los asistentes.

El público, aparte de los turistas de turno, en las ya clásicas mini-vacaciones de Semana Santa, en las que se produce una gran estampida humana, de los lugares de residencia a otros vacacionales, estaba formado, sobre todo, por gentes campesinas del entorno próximo de las tierras de Ciudad Rodrigo.

El grupo más numeroso y que desarrolló una actuación con toques, bailes y paleos, fue el de Vilvestre, localidad riberana, de esas Arribes del Duero salmantinas, relacionadas desde antiguo con Ciudad Rodrigo a través de esa sutil línea provincial y rayana del oeste y, también, de la diócesis mirobrigense, que se extiende a algunos de los pueblos de tal raya.

El 'alma' del grupo de Vilvestre es Diego Vacas Gorjón, al que, en esta edición de "La Charrada", se le distinguió con "La encina charra", un galardón, por medio de una escultura que representa árbol salmantino tan emblemático, por su impulso del folclorismo en su pueblo.

Nos pareció Diego Vacas Gorjón, nacido en 1957, un riberano enjuto y cordial, ágil y entusiasta como bailarín y, sin duda, impulsor en su pueblo de esas tradicionales manifestaciones del baile, paleo e indumentarias riberanas tan características, que, aunque participan de lo charro, se apartan de tal modelo para imprimir el personalísimo aire de Las Arribes. Estuvimos charlando con él sobre sus apellidos, su procedencia y extensión por la provincia.

Mientras contemplábamos las actuaciones de los diversos grupos que intervinieron la tarde del Sábado Santo en la plaza mayor de Ciudad Rodrigo, acudía a nuestra mente el concepto unamuniano de intrahistoria; pues, también a medida que contemplábamos las figuras y los rostros de las gentes campesinas que actuaban y que llenaban la plaza, estábamos viendo esa "alma del pueblo" de que hablaran los románticos europeos; estábamos contemplando, en unas y otras figuras, una manifestación intrahistórica del honrado pueblo campesino y lo que de él queda ?tan despoblado y dejado de la mano de Dios? en nuestras tierras.

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