OPINIóN
Actualizado 22/04/2017
Juan Ángel Torres Rechy

Una Historia de las Humanidades y los usos de la tecnología no puede obviar el horizonte al que se dirige la mirada de la mujer y el hombre. Debe emprender un recorrido por los vericuetos de sus almas y sacar a la luz rasgos distintivos, que puedan agruparse bajo categorías como bienestar/malestar, amor/odio, deseo/rechazo, conquista/pérdida, etc. Esa tarea permitirá establecer criterios para abordar las creaciones tecnológicas en relación con la verdad o la falsedad de las necesidades naturales o creadas del ser humano. Aportará una perspectiva nueva a sus usos y costumbres.

La tarea, sin embargo, no acabará en la narrativa generada al final. No será ningún libro material o digital el único depositario del saber, confinándolo a un territorio delimitado por márgenes. En cambio, se revestirá de utilidad práctica. Diversas disciplinas del saber podrán emplear los resultados para trazar un itinerario de futuras labores.

Conviene descifrar el horizonte único al que lanza su aspiración el género humano, o, en otro caso, los diferentes horizontes a los que dirige sus anhelos. Eso permitirá integrar categorías que faciliten el diseño de estrategias de salud, educación, esparcimiento, etc. De este modo, surge la pregunta sobre el método más conveniente para poner en descubierto ese horizonte. Personalmente, creo que la respuesta resulta sencilla. El método se pondrá de manifiesto en el transcurso de la escritura del libro por parte de cada persona. Se estarían abarcando diversos frentes, circunscritos a cada persona y sus circunstancias. Es decir, si toda mujer y hombre interesados en ese tema empuñaran el bolígrafo o se sentaran al teclado, escribirían un capítulo de esa Historia colectiva, y por diversos medios (orales, impresos o electrónicos), reconocería en publicaciones de otros resonancias afines. Ese diálogo ―aunque estuviera circunscrito a la textualidad de una pantalla o de una página impresa―, no podría dejar de permear los discursos, gracias a una porosidad vinculada al reconocimiento de intereses compartidos.

En definitiva, ¿cómo se puede construir una Historia de las Humanidades y los usos de la tecnología, si no es acudiendo a la empresa de poner en claro qué nos constituye como seres humanos? ¿Y cómo se puede conseguir si no es por medio de la textualidad? Cada labor en solitario implicaría una inmersión ―¿sin buscarlo?, ¿sin saberlo?― en el alma del otro.

torres_rechy@hotmail.com

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