La muerte forma parte de la historia de la vida, como también los lugares del descanso tienen su vida
Como era costumbre, en épocas pasadas, los enterramientos se hacían en las iglesias o junto a ellas, en los atrios o claustros.
En Babilafuente, hasta 1833, se enterraba a los fieles en la iglesia, bajo losas de pizarra. Sus familias les recordaban por transmisión hereditaria, poniéndose sobre el mismo lugar donde estaban enterrados sus antepasados, haciéndoles ofrendas de luces y responsos. Las personas, más mayores, recordarán los "tajos" o las ruedas de esparto o alfombrillas sobre las que asistían al culto, de rodillas o sentadas. Pero sobre todo, se recordarán los reclinatorios, sustituidos por bancos, siendo sacerdote D. Bernardo de Dios.
Como testimonio de estos enterramientos encontramos la tumba de D. Juan Ramos Cortés, Arcediano de Monleón en la Catedral de Salamanca, fundador de la Escuela de niños y el estudio de Gramática Latina.
Según su testamento, redactado el 21 de Noviembre de 1793, deseó que su losa estuviera junto al altar de Nuestra Señora del Rosario, hasta hace poco tiempo el de San Roque. Falleció, como consta en la desgastada losa, el día 29 de noviembre de 1793.
En este mismo año, de 1833, se construye un cementerio en la parte Norte del término, bastante alejado del pueblo. Los mayores continúan denominando al lugar como "Camposanto Viejo". La distancia debió de ser un gran problema para el traslado de difuntos y en 1849 se construye el actual, junto al pueblo. Tan sólo transcurrieron dieciséis años desde que se inauguró el anterior. Se construye por 480 reales. 18 reales llevó el herrero por hacer el azadón.
La primera persona que se enterró en el cementerio nuevo fue el niño Cristóbal Ruano, el día 29 de Abril de 1849, siendo encargado de la parroquia D. José González Rañón, ayudado como coadjutor el religioso exclaustrado de san Francisco El Grande, D. Eugenio Gazapel.
En 1836, todavía se hizo algún enterramiento en la iglesia, ya que en el libro de fábrica de la iglesia, se recogen 200 reales de rompimiento de sepultura. En junio de 1833 se dio sepultura a la última persona en la ermita Humilladero, al señor Silvestre Manjón.
Durante el último cuarto del s. XX, se construyeron cuatro capillas, con salida únicamente al cementerio. Estas eran propiedad de Agustín Palomero, Nicolás Barbero Cordovilla y Antonio Cortés.
El cementerio fue ampliado en 1923 y en 1957. Posteriormente han sido varias las reformas que se han llevado a cabo.
Junto al cementerio se levanta una pequeña capilla con salida al exterior del cementerio. Esta será objeto de estudio, en el próximo articulo.
Feli Blanco