OPINIóN
Actualizado 19/04/2017
Redacción

Lo he dicho antes ya. Me suelo mover siempre entre la duda. Y ahí estoy estacionado. Cito a un antiguo amigo (bien antiguo) que escribió hace tiempo dos acertados versos: "en la duda que debes de tener / se apoya todo tu futuro" ("Conjunción de espejos" T. Hernández Castilla. 1989). Yo eso lo suscribo también y lo sigo llevando al pie de la letra.

Uno cree pontificar cuando se pronuncia y no pontifica nada. Yo eso ni lo creo. Todo el pensamiento lo suelo poner en solfa. Poco admiro a quien se ciega en algo y no ve más que aquello. Creo en la equivocación más que en la verdad (¿existe la verdad entera?). Aquello de errare humanun est. Eso que nos iguala tanto y que tan bien puede explicar adónde coños va este mundo. Esto no se puede explicar más que haciendo larga enumeración e historia de los yerros personales y colectivos. Algunos se creen que no han metido la pata en la vida y no alabo su ceguera. Al contrario. Esos ven lo que creen ser una verdad, se tiran de cabeza por ella y pretenden que todos se tiren detrás. Tenemos amplios ejemplos. Y me incomoda bastante ver un juez que con el manojo de leyes en la mano (o en la cabeza) se hace un lío y tiene que dictar una sentencia. Si este es bueno. O si el otro es malo. Algunos lo tienen crudo (y otros demasiado claro también, que es lo malo). Por eso lo de errare viene a ser tan socorrido.

Suelo escribir sobre anécdotas personales. Cosas que pasaron de mil modos. Que se pensaron de un modo y salieron por otro. Y eso mismo me vale para sacar alguna consecuencia sobre este presente de tantos desatinos. Uno no acumula más que experiencia (buena o mala). Y eso es lo que a uno motiva. Contar eso. Hacer un análisis de lo que pasó y pudo haber pasado. De tantas y tantas cosas equivocadas como uno vio y vivió. Si es que a uno lo dejan contar, que a lo mejor, ni eso.

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