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LAS VILLAS
Actualizado 12/04/2017
Feli Blanco

La Semana Santa de Babilafuente, a través de los siglos

No demasiado lejos, en el tiempo, quedan aquellas Semanas Santas en las que los programas en televisión y radio se dedicaban exclusivamente a la religión y a las procesiones. En las que los bares y restaurantes se cerraban. Pero, haciendo historia, si nos remontamos a siglos anteriores al XX las costumbres, guiadas en muchos casos por ordenanzas, eran mucho más estrictas. Esta rigidez no desplazaba, en muchos casos, la relajación en otras prácticas.

En no pocas ocasiones, según datos, el Obispo de turno prohibió datar el refresco que se daba en Semana Santa. Este fue el ejemplo de D. Agustín Lorenzo Varela y Termes en 1826. Pero ya antes, en 1816, parte del dinero que donó el Duque de Alba para arreglos del Altar mayor, se empleó en refrescos de limonada, acostumbrados, que la iglesia daba, a todo el Ayuntamiento, cura- párroco y cantores que se reunían en el coro a cantar las tinieblas, en los tres días de Semana Santa. Aún antes, en 1709, y en Santa visita, el Obispo D. Francisco Calderón de la Barca, visitó las cuentas de la Vera Cruz. "Pide a los cofrades moderen las colaciones del Jueves Santo por el peligro a que se ponen de quebrantar el ayuno y manda a los curas que cuiden de evitarlo".

De la rigurosa religiosidad con la que se celebra la Semana Santa nos da testimonio la Cofradía de la Vera Cruz. Sabemos que esta se regía por veinte ordenanzas que databan de 1690. Atendiendo a algunos de estos preceptos, la devoción en los oficios de tinieblas y miserere al atardecer de miércoles, jueves y viernes santo era grande. Todos los fieles se reunían en la iglesia apagando un candelabro, poco apoco, hasta quedarse a oscuras. Desde mediados del siglo XX ya no se práctica. La flagelación ha perdurado hasta el s. XIX. Los hermanos que se azotaban el Jueves Santo, lo hacían confesados y comulgados. El que no lo hacía pagaba seis reales o media libra de cera. Los mayordomos debían de tener el vino necesario caliente y paños, en el lugar señalado para curarse. Los demás hermanos eran obligados a acompañar la procesión llevando una cruz. El alcalde, mayordomo y escribano, acudían a la puerta de la iglesia para ver quiénes cumplían con su obligación. Todos irían cubiertos con sus capas para "no pervertirse la orden y decencia que se debía ejecutar".

Los hermanos u otras personas que llevaban el Santo Cristo y el Pendón, en la procesión, el Jueves Santo, debían de dar alguna limosna, al Sr. Alcalde y mayordomo. Debían de ir con la mayor decencia para causar devoción, llevando túnicas blancas hasta los pies y aquellos que no tuvieran impedimentos se les encarga ir descalzos para mayor merecimiento y mortificación de tan Santo ejercicio.

El Jueves Santo iba la procesión a la hora señalada, con la asistencia de los curas, al Humilladero, con capa negra y sin interés respecto de ser carga de párroco. Debía de ser realizada con la mayor decencia.

Los viernes de cuaresma los cofrades, también, tienen la obligación de asistir a la misa que se celebra en el altar del Cristo y por la noche el acto del miserere.

De la Cofradía de la Vera Cruz, se sabe que en 1874 se realizan nuevas constituciones ya que las anteriores se habían extraviado.

Cuando anteriormente se hace referencia al Humilladero se trata de la Capilla-Ermita que existía al final o principio del pueblo, -como prácticamente en todos los municipios-, en el lugar que hoy todavía se conoce como Camposanto Viejo. En 1710, en el libro de cuentas de la Cofradía de la Vera Cruz, aparece datada una llave para el Humilladero y el retejado y estandarte. En 1739 de nuevo se refleja el arreglo del Humilladero, quitándose "despojos, tablas, piedras etc".

A lo largo del camino que une la iglesia con el Humilladero se repartían las cruces del vía crucis, siendo el último, el final del mismo. Testimonio de esto lo encontramos en 1744, año en el que se hacen y componen las cruces del calvario, así como se cuenta, otra cerradura y piedras para las peanas de dichas cruces. En 1757 se continúa constando la existencia del Humilladero. Datos posteriores nos confirman que en 1830, el visitador D. Rafael Manso, pide se repare la Ermita del Humilladero "poniéndola en estado más decente".

La confirmación más exacta de que la Ermita estaba próxima al lugar, en el que siglos después se construyó el cementerio, nos la da una partida de defunción, la de Benito Posadas, en la que el siete de junio de 1833 dice se le dio sepultura en la ermita Humilladero. Este año coincide con el fin de los enterramientos en la iglesia y la utilización del nuevo, alejado del pueblo. Se desconoce cuando desapareció.

Retomando el fervor, de la Semana Santa, otro aspecto es, el de la ausencia del toque de campanas sustituido, para llamar a la oración, por el toque de carraca y carracones. Los niños y jóvenes eran los encargados de recorrer las calles tocando estos instrumentos. Esta práctica ha durado hasta años no muy lejanos.

Después de este recorrido a través de los tiempos, se puede entender mejor la resistencia a la desaparición de ciertas normas y costumbres y su permanencia hasta épocas recientes.

Feli Blanco

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