La Democracia existe desde hace cuatro días, como el que dice, porque casi nadie cree en ella. Y no me refiero solo a la mayoría de países de la ONU, que son regímenes autocráticos, en uno u otro sentido. Sino también a las naciones y personas aparentemente democráticas: en la Grecia clásica, por ejemplo, solo podía expresarse libremente un reducido número de ciudadanos y en nuestra admirada Suiza la mujer no pudo votar hasta el muy reciente año 1971.
Siempre ha habido un sentido elitista del sufragio. Hoy en día, éste lo representa entre nosotros Podemos, donde curiosamente proliferan los profesores de ciencia política (Monedero, Iglesias, Werstrynge?) El primero acaba de proponer en el programa televisivo Al rojo vivo un cambio en nuestro sistema institucional, de tal modo que la minoría (es decir, Podemos) pueda controlar la actividad de la mayoría (es decir, la casta, o sea, el PP).
No lo ha expresado con semejante crudeza, faltaría más, pero ese concepto de que existe una minoría dirigente cualificada lo han formulado todos los fascismos que en el mundo han sido, incluido el de Primo de Rivera. Lo único que cambia es el depositario de esa cualidad superior: unas veces es el partido único, como en la Alemania Nazi o la URSS comunista, o se refiere a la vanguardia obrera, al igual que en siglos anteriores se reducía a las elites económicas, a los varones, a los propietarios de tierras o a ciertos grupos sociales o familiares.
Esa categorización superior de unas personas respecto a otras se aplica también, en pura coherencia, a sus actos políticos. Por ejemplo: la actitud del dirigente podemita Ramón Espinar de especular con un piso de protección oficial se intenta justificar por sus carencias económicas, y su hipocresía de consumir Coca-Cola mientras incita a que se boicotee dicha bebida, a un simple "error" (Pablo Iglesias, dixit). ¡Ah, si en vez de él se hubiese tratado de alguien de la casta, de ésos que no poseen la cualificación moral que otorga el ser antisistema!
Ya ven por qué uno se pone así: como se decía antaño en defensa de la igualdad de las personas, o todos moros o todos cristianos. Claro que hoy día dicha expresión seguramente sería políticamente incorrecta, según los dictámenes de esas personas moralmente superiores que aspiran a transformarnos.